El presidente Pedro Sánchez participa en la cumbre del G20 en Sudáfrica, centrada en la deuda y el clima.
En un contexto de tensiones geopolíticas y desaceleración económica, Sudáfrica estrena su presidencia con el lema “Solidarity, Equality, Sustainability” y la promesa de situar la agenda africana en el centro. La cita llega tras meses de reuniones ministeriales y foros que han perfilado un mensaje común: sin aliviar la carga de la deuda ni reforzar los recursos para la transición climática, el desarrollo del Sur global seguirá bloqueado.
Sudáfrica asumió la presidencia del G20 el 1 de diciembre de 2024, completando una secuencia de presidencias continuadas del Sur global: Indonesia, India, Brasil y ahora el país africano. El Gobierno de Cyril Ramaphosa quiere aprovechar este “momento africano” para que el G20 avance hacia un orden internacional más equitativo y orientado al desarrollo, con la Unión Africana como miembro de pleno derecho.
En la apertura de la cumbre, Ramaphosa ha insistido en que los retos globales —conflictos, inflación, crisis climática y deuda— exigen respuestas colectivas y una voz africana más fuerte en la toma de decisiones.
La presidencia sudafricana del G20 busca traducir el “momento africano” en reformas concretas de la gobernanza económica global
La presidencia sudafricana prioriza la sostenibilidad de la deuda, la financiación climática y la reforma de las instituciones financieras internacionales. El objetivo: reducir el coste del capital para los países en desarrollo, agilizar las reestructuraciones de deuda y movilizar más inversión para la transición energética y la adaptación climática.
En vísperas de la cumbre, Sudáfrica reunió en Addis Abeba a responsables políticos y financieros africanos para unificar posiciones sobre la deuda y el coste del capital. A la vez, el Grupo de Finanzas Sostenibles del G20 ha avanzado en propuestas para reforzar la arquitectura global de finanzas verdes, mejorar la transparencia y facilitar el acceso a fondos de los países más vulnerables.
La cuestión climática gana peso político con la participación del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, que defiende una hoja de ruta global para reducir progresivamente el uso de combustibles fósiles.
Para los países africanos, las prioridades son claras: compromisos verificables de financiación climática, más instrumentos de alivio y reestructuración de deuda, y una mayor participación en la gobernanza de los bancos multilaterales.
| Eje de debate | Qué se negocia | Qué reclaman los países africanos | Obstáculos principales |
|---|---|---|---|
| Deuda soberana | Marcos de reestructuración y alivio, coordinación entre acreedores | Procesos más rápidos y menos condicionados | Reticencias de acreedores privados y diferencias entre potencias |
| Financiación climática | Más fondos, mecanismos de riesgo, compromisos previos | Recursos para adaptación y pérdidas y daños | Lentitud de los fondos y disputas entre países desarrollados |
| Reforma multilateral | Cambios en gobernanza, mandatos e inversión | Más voz africana y prioridades de desarrollo | Resistencia a cambios de cuotas y criterios de riesgo |
| Transición energética | Hoja de ruta para reducir fósiles y ampliar renovables | Financiación para industrialización limpia | Falta de consenso sobre ritmos y efectos económicos |
| Protección social | Redes de seguridad, empleo, servicios básicos | Apoyo a políticas sociales y empleo juvenil | Restricciones fiscales |
El inicio de la cumbre está condicionado por las ausencias de varios líderes clave, especialmente la de EEUU. El presidente Donald Trump ha decidido no asistir ni enviar altos cargos, lo que reduce el peso de la delegación estadounidense.
También hay dudas sobre el nivel de representación de China y Rusia, lo que añade incertidumbre en una cumbre que necesita consensos amplios para impulsar reformas del sistema financiero internacional.
La ausencia de líderes de EEUU y otras potencias complica los equilibrios internos del G20 y limita los acuerdos
Mientras los líderes se reúnen, organizaciones sociales sudafricanas se movilizan. La víspera de la cumbre, centenares de mujeres vestidas de negro realizaron una protesta silenciosa de quince minutos para denunciar la magnitud de la violencia de género en el país.
La protesta exigió medidas más firmes, mejores sistemas de apoyo y una justicia más efectiva. El Gobierno declaró la violencia de género como “desastre nacional”, pero las organizaciones consideran insuficiente la respuesta.
En paralelo, la Cumbre Social del G20 reunió a ONG y sindicatos para elaborar propuestas sobre desigualdad, empleo y servicios públicos, mientras el foro empresarial B20 reclamó inversión en infraestructuras sostenibles y digitalización en África.
Las movilizaciones feministas y los foros sociales buscan que la agenda del G20 tenga impacto en la vida cotidiana
El arranque del G20 en Sudáfrica pone a prueba la capacidad del foro para responder a los desafíos de un mundo fragmentado. La presidencia sudafricana quiere resultados tangibles en deuda, clima y desarrollo, pero el éxito dependerá de la voluntad política de las grandes potencias.
Si la cumbre deja compromisos concretos en alivio de deuda, financiación climática y reformas de gobernanza, Sudáfrica podrá presentarla como un punto de inflexión para África. De lo contrario, el primer G20 en el continente podría quedar como una cita de grandes expectativas y escasos resultados.
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