Carles Puigdemont
Asistimos al derrumbe del “procés” que los secesionistas catalanes intentaron instrumentar valiéndose de todo género de artimañas para constituir una República independiente. Un Intento, en el que fue invertido mucho dinero que fracasó, como no podía ser menos, y los fracasos en política siempre se pagan. Lo están pagando sus promotores pero lo más grave es que quienes cargaron con la peor parte han sido los ciudadanos, en su mayoría ajenos y contrarios a la iniciativa y ahora se encuentran con una sociedad dividida, una convivencia alterada y una economía hecha unos zorros ante la huida de millares de empresas, la deserción del turismo y el parón en la recuperación del empleo.
Ante el fracaso de la unidad coyuntural y oportunista destaca ahora la dispersión, los cambios de actitud y los enfrentamientos entre los partidos y los líderes que protagonizan un espectáculo entre cómico y surrealista con el esperpéntico ex President Puigdemont haciendo el ridículo en su exilio belga donde cada vez es considerado como un huésped más incómodo. Hasta sus allegados -y ante su empeño por volver al poder que tan grande le quedaba y con su incompetencia destrozó- cada vez le rehúyen de manera más elocuente Él se aferra a su partido, que no sabe cómo quitárselo de encima, y a los antiguos socios de tan infortunado Govern. En la antigua coalición de las euforias utópicas, ahora todos riñen y todos tienen de razón.
Artur Mas, el promotor del intento, ha tenido que dimitir. No da mucha pena pero hay que reconocer que al hombre todo le ha salido mal, empezando por el testaferro -Puigdemont obviamente- que eligió para que le calentase el asiento en su retorno y al final le ha dejado sólo ante una cuantiosa multa mientras él, engreído y acorralado, reivindica desde Bruselas lo imposible: ser reelegido Presidente de una Comunidad Autónoma que traicionó y que insiste en considerar la república que nunca existió. Las dimisiones y retiradas estratégicas de sus palmeros de lujo se suceden, Marta Rovira, su gran apoyo en ERC, Carme Forcadell, etcétera, cada día se escuchan nuevos abandonos en una especie de sálvese quien pueda.
La teoría redentora de los que se largan es que hay que renunciar a la vía unilateral, que unos meses atrás tanto defendían; es decir, que seguirán con sus ideas, porque el que el procés se haya derrumbado no significa que el independentismo haya muerto, y seguirán aprovechándose de la libertad que existen en España para seguir propugnando lo que se les ha revelado inverosímil. Viendo el espectáculo de los líderes en retirada y ajustes de cuentas, habrá que preguntarse qué habría ocurrido si su proyecto hubiese triunfado. ¿Cómo sería la República Catalana, aislada del resto del mundo, con la gente dividida, las empresas en desbandada y los dirigentes que tan felices las prometían peleándose por el poder como si fuesen niños.
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El derrumbe del “procés”
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