Economía

El BCE da un salto en su política monetaria, confiado en su nueva herramienta antifragmentación

«Se debatieron los pros y contras decidimos que era apropiado dar un paso mayor en la salida de los tipos de interés negativos sobre la base de varios elementos que han cambiado respecto la reunión de junio» ha indicado la francesa en la rueda de prensa posterior a la reunión del Consejo de Gobierno del BCE, señalando que «el segundo componente de la decisión» fue contar con el Instrumento para la Protección de la Transmisión (TPI, por sus siglas en inglés).

«Ambos elementos nos dejaron decidir una subida mayor de la señalizada (en junio) por lo que al final de la discusión hubo consenso para subir los tipos en 50 puntos básicos», ha precisado.

De este modo, según Lagarde el establecimiento del TPI es necesario para apoyar la transmisión efectiva de la política monetaria y, a medida que continúe la normalización monetaria, «garantizará que la postura de política monetaria se transmita sin problemas a todos los países de la zona del euro».

En este sentido, ha señalado que la escala de las compras bajo el TPI depende de la gravedad de los riesgos para la transmisión de la política monetaria y no estarán restringidas ex ante.

«Al salvaguardar el mecanismo de transmisión, el TPI permitirá que el Consejo de Gobierno cumpla con mayor eficacia su mandato de estabilidad de precios», ha defendido, recordando que, además de este nuevo instrumento, el BCE cuenta con la flexibilidad en las reinversiones de los vencimientos del programa de compras de emergencia ante la pandemia (PEPP) como «primera línea de defensa para contrarrestar los riesgos del mecanismo de transmisión relacionados con la pandemia».

Con esta decisión, el BCE ha dado por finiquitada su orientación a futuro, la manera con la que el banco central orientaba al mercado sobre sus movimientos futuros, limitándose a adelantar que serán necesarias más subidas de tipos en las próximas reuniones, pero subrayando que las decisiones se irán adoptando «reunión a reunión», siempre en función de los datos disponibles, con vistas a cumplir el mandato de devolver la inflación al objetivo del 2% a medio plazo.

En cuanto al análisis de la situación económica, Lagarde ha reconocido que la actividad se está desacelerando como consecuencia en parte del «lastre» que representa la guerra en Ucrania, mientras que el impacto de la alta inflación en el poder adquisitivo, las continuas restricciones de suministro y una mayor incertidumbre «están teniendo un efecto moderador en la economía».

De este modo, Ha advertido de que la prolongación de la guerra en Ucrania sigue siendo una fuente de riesgo significativo a la baja para el crecimiento, especialmente si el suministro de energía de Rusia se interrumpiera hasta tal punto que llevara al racionamiento para las empresas y hogares.

Asimismo, después de que la inflación de la zona euro escalase al récord del 8,6% en junio, la presidenta del BCE ha advertido de que se prevé que esta siga «indeseablemente alta» durante algún tiempo, debido a las continuas presiones de los precios de la energía y los alimentos, así como por el impacto inflacionistas de la depreciación del euro.

«Las mayores presiones inflacionistas también se derivan de la depreciación del tipo de cambio del euro», ha apuntado Lagarde, después de que la moneda europea llegase a caer por debajo de la paridad con el dólar la semana pasada.

No obstante, de cara al futuro y en ausencia de nuevas interrupciones, Lagarde ha anticipado que los costes de la energía deberían estabilizarse y los cuellos de botella en el suministro deberían aliviarse, lo que, junto con la normalización de la política en curso, debería respaldar el regreso de la inflación al objetivo del BCE, aunque ha reconocido que «los riesgos para las perspectivas de inflación continúan siendo alcistas y se han intensificado, particularmente en el corto plazo».

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E.B.

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