Capitolio de La Habana
Más leña al fuego del presidente Donald Trump si las autoridades cubanas aceptan el regreso de una base rusa de espionaje radio electrónico a reinstalar en territorio insular.
Pujan muchos descendientes del zar Pedro I para que la grandeza del imperio vuelva a ser un dolor de cabeza no solo al gobierno estadounidense, sino hasta en los simples camioneros que más de una vez, en plena autopista, fueron escuchados por esa gran oreja instalada allá por 1967 y cerrada de golpe y porrazo en febrero del 2002.
Colosal locura la de los rusos, salvo que se tengan algo entre manos a espaldas de los cubanos tal y como hicieron cuando la Crisis de los Misiles y quieran pulsear con Trump bajo una palmera cubana. No son pocos los jerarcas militares y diputados a cargo de la Defensa que han dicho que “vendría bien”.
Si primeras partes nunca fueron buenas, estas segundas serán peores. Menos mal que los cubanos han dejado por sentado que eso no será factible y nada negociable. Pero desde el Kremlin insisten en que se trata de un problema de seguridad nacional. Allá ellos. El horno en Cuba ya no está para pastelitos.
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¿De nuevo los militares rusos a Cuba?
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