Mercados

Créditos de biodiversidad: la nueva frontera verde en las inversiones

Durante décadas, la economía global ha ignorado el valor real de los servicios ecosistémicos. Bosques, suelos, ríos o especies han sido considerados recursos inagotables. Ahora, la lógica de mercado intenta corregir esa omisión: ¿puede la biodiversidad convertirse en un activo negociable sin desvirtuar su esencia?

Un mercado naciente que busca legitimidad

El informe State of Voluntary Biodiversity Credit Markets, elaborado por Pollination, sitúa este nuevo mercado en una fase incipiente pero con creciente interés institucional. Los esquemas piloto se multiplican, impulsados por bancos, fondos de inversión y proyectos locales de conservación.

Según estimaciones del World Economic Forum, la demanda de créditos de biodiversidad podría alcanzar 2.000 millones de dólares en 2030 y escalar hasta 69.000 millones en 2050 si se consolidan estándares globales y una gobernanza sólida. Por ahora, el volumen negociado es todavía pequeño, pero la tendencia apunta a una expansión acelerada.

Los mercados voluntarios de biodiversidad están en etapa inicial pero comienzan a institucionalizarse con marcos normativos y mayor interés inversor

Los expertos destacan que, aunque los mercados voluntarios de carbono abrieron el camino, los de biodiversidad presentan retos adicionales. Aquí no se trata de medir toneladas de CO₂, sino de valorar ecosistemas únicos e irrepetibles.

Datos clave del mercado global de créditos de biodiversidad
Indicador Valor estimado / observado Comentario
Inversión privada actual en esquemas de compensación 11.700 millones de dólares Estimación de IETA (2024)
Demanda proyectada a 2030 2.000 millones de dólares Escenario del World Economic Forum
Demanda proyectada a 2050 69.000 millones de dólares Escenario de consolidación global (WEF)
Estado del mercado voluntario Creciente interés, integridad mejorando Informe Pollination 2024

Estas cifras reflejan un enorme potencial teórico frente a un mercado todavía incipiente y experimental. Las transacciones existentes —de tamaño reducido— apuntan a que el sector está en fase de aprendizaje, donde prima más la construcción de confianza que la rentabilidad inmediata.

Las cifras globales proyectadas muestran un potencial enorme frente a un mercado aún en desarrollo

El desafío del diseño: entre la ciencia y las finanzas

Uno de los mayores retos de estos créditos es definir métricas confiables. Conceptos como adicionalidad, permanencia, fugas (leakage) y fungibilidad son esenciales para garantizar que un crédito represente un impacto real en la naturaleza.

Los proyectos pueden adoptar dos modelos principales: el bundling, que combina créditos de biodiversidad con créditos de carbono, o el stacking, que superpone varios servicios ecosistémicos (agua, suelo, biodiversidad). Ambas fórmulas buscan maximizar beneficios, aunque complican la verificación y trazabilidad.

El diseño normativo será determinante. La Unión Europea explora la creación de “nature credits” para premiar prácticas ecológicas de agricultores y gestores forestales. Este esquema podría lanzarse como piloto antes de 2027, dentro de la estrategia comunitaria para detener la pérdida de biodiversidad.

Los defensores de estos mecanismos sostienen que pueden canalizar capital privado hacia la conservación, generando beneficios medibles tanto para la naturaleza como para las comunidades locales. Pero los críticos alertan del riesgo de convertirlos en simples instrumentos de greenwashing, sin efectos reales sobre el terreno.

Los créditos de biodiversidad solo funcionarán si son verificables, duraderos y basados en ciencia, no en marketing ecológico

Actores y primeros movimientos

Entre los actores que ya participan figuran entidades financieras, fondos especializados, ONG conservacionistas y plataformas tecnológicas que intentan crear precios de referencia. Firmas como OPIS (Dow Jones) ya publican informes de precios para proyectos voluntarios de biodiversidad, lo que apunta a una incipiente estructura de mercado.

El Biodiversity Impact Credit (BIC), propuesto por investigadores internacionales, se presenta como una métrica transferible para medir el riesgo de extinción evitado gracias a una intervención concreta. Paralelamente, proyectos piloto en Europa —como los “Jaguar Credits” en Suecia— han alcanzado valores de preventa en torno a 16.000 dólares, demostrando interés corporativo aunque con volúmenes aún simbólicos.

El European Forest Institute advierte de que el mayor obstáculo para escalar estos mercados reside en la falta de estandarización y en las incertidumbres sobre la gobernanza: quién certifica, quién controla y quién se beneficia.

A medida que los proyectos piloto se multiplican, el debate se centra en cómo garantizar legitimidad ecológica y evitar la especulación

Oportunidades y riesgos estructurales

El potencial de los créditos de biodiversidad es inmenso. La IETA calcula que la inversión privada vinculada a mecanismos de conservación y compensación —obligatoria o voluntaria— ya ronda los 11.700 millones de dólares a nivel global. Esta cifra podría multiplicarse si se consolidan estándares internacionales.

Pero junto a las oportunidades surgen riesgos claros: asimetría de información, sobrevaloración de beneficios, conflictos sociales en territorios indígenas y doble contabilidad. Sin una regulación sólida, el entusiasmo podría transformarse en desconfianza.

Los analistas coinciden en que el éxito de este mercado dependerá de tres factores: integridad científica, participación local y marcos legales transparentes. En este sentido, organismos internacionales como el World Economic Forum o la Biodiversity Credit Alliance ya han definido principios de integridad para orientar a inversores y reguladores.

El impulso de los créditos de biodiversidad depende de la confianza: sin integridad ni transparencia, el mercado perderá legitimidad antes de despegar

Una visión más allá del mercado

Más que un nuevo activo financiero, los créditos de biodiversidad representan un cambio de paradigma: asignar un valor tangible a la vida natural como estrategia para protegerla. En la práctica, eso supone integrar la biodiversidad en la contabilidad empresarial, incorporándola en los balances de riesgos y sostenibilidad.

No obstante, las dudas persisten. ¿Puede la lógica del capital resolver la crisis ecológica que el propio capital ayudó a crear? ¿Qué ocurre si el precio de un ecosistema no refleja su verdadero valor social o cultural? Estas preguntas acompañan el debate global sobre cómo financiar la conservación en el siglo XXI.

Algunos expertos sostienen que, más que sustituir políticas públicas, estos mercados deben complementarlas, ofreciendo un incentivo adicional al gasto estatal en restauración y protección de hábitats.

Los créditos de biodiversidad no son una panacea, pero pueden ser un complemento valioso si se integran en estrategias más amplias de conservación y justicia ambiental

Un mercado verde en construcción

Los créditos de biodiversidad condensan una idea poderosa: convertir la conservación en inversión. Si logran superar las barreras de medición, transparencia y equidad, podrían transformar la forma en que la economía entiende la naturaleza.

Por ahora, el mercado sigue en construcción. Pero los avances en estándares, los proyectos piloto y la creciente atención institucional auguran que esta “nueva frontera verde” no es una moda pasajera, sino un intento serio de financiar la regeneración del planeta desde las herramientas del capital.

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Mateo Morilla

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