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Field of Reeds

Field of Reeds

These New Puritans Fragment Two by These New Puritans on Grooveshark

Lenta, pero inexorablemente, ‘Fiel of Reeds’, la nueva obra de These New Puritans, un peculiar grupo etiquetado por la crítica en las categorías de ‘artrock’ o ‘rock experimental’, va convirtiéndose en una de las referencias musicales claves aparecidas en este año que está a punto de concluir. Por muchas y variadas razones, entre la que, como no, destacan la calidad de la música que contiene y lo inusual de una propuesta que profundiza en el estilo único y peculiar del proyecto encabezado por los hermanos Barnett, Jack y George.

No es, evidentemente, un plato para todos los paladares, como tampoco lo son muchos de los discos interesantes que se han publicado en 2013 y también comparte con ellos, ese deseo nadar contra la corriente y recuperar el formato lp, en un momento marcado por el consumo digital de canciones individuales, negocio en el que la industria parece haber puesto todas sus esperanzas de supervivencia.

También es cierto que These New Puritans se ganaron hace tiempo la simpatía de muchos viejos aficionados por elaborar una música que queda bastante deslucida si se escucha en formatos comprimidos como el popular mp3. Hay que decirlo, este sonido pide a gritos un buen vinilo y un buen plato para materializarse porque los matices de sus arreglos orquestales, de aliento sinfónico y contempóraneo, simplemente son imposibles de apreciar con unos cascos conectados a un Smartphone.

Pasaba con sus trabajos anteriores y vuelve a pasar ahora. En su tercer intento de convertirse en la factoría de música moderna más influyente del principio del siglo XXI, la banda británica se había quedado sin el elemento sorpresa que le ayudo a destacar cuando presentaron sus dos obras precedentes, ‘Beat Pyramid’ y ‘Hidden’. Lo que convertía en más arriesgado el lanzamiento de este tercer capítulo que, sin duda, muchos críticos internacionales esperaban con la navaja previamente afilada.

Pero los hermanos Barnett han superado la presión y algunas otras vicisitudes como la pérdida de la teclista Sophie Sleigh-Johnson, cuya peculiar presencia dotaba de un encanto especial a la imagen y el sonido del grupo. Aquí siguen Jack Barnett, el geniecillo que canta compone las canciones y toca un buen puñado de instrumentos; George Barnett, responsable de la batería, los ‘loops’ y los ambientes otoñales y Thomas Hein el bajista.

Y la verdad es que se las han apañado bastante bien sin su compañera, aunque le hayan buscado una sustituta a tiempo parcial en Elisa Rodrigues, una ‘fadista’ de voz dulce e intensa que puede resultar un grato descubrimiento para el público anglosajón. Además, de la participación de un buen puñado de instrumentistas clásicos procedentes de The Stargaze Ensemble y The Synergy Vocal Ensemble.

Con esos antecedentes es fácil intuir lo que vamos a encontrar, composiciones de largo aliento y alto riesgo, envolventes y vaporosas que juegan con las enseñanzas de compositores vanguardistas como Steve Reich, un ídolo para los hermanos Barnett, e incorporan otras enseñanzas más asimilables a la música popular como el rap de Wu-Tang Clan o la música electrónica de Aphex Twins.

Y lo cierto es que este Field o Reeds tiene momentos excelentes y otros bastante menos apetecibles, en los que al oyente le puede venir el mal recuerdo de las peores obras de Michael Nyman y las viejas patrañas ‘new age’. La cosa mejora cuando las referencias se sitúan cerca del ‘ambient’ producido en los setenta por Brian Eno que llegaría a las listas de la mano de Bowie y aquellos discos grabados en Berlín.

Pero, casi todo es orgánico y acústico aquí. Y hay otras posibles influencias que, tal vez, acerquen a la banda a un público menos vanguardista que el que comparten, sin duda, con Julia Holter, esa guerrillera neoyorquina, cuyo último disco hemos comentado también aquí. Hay pinceladas ochenteras, del mejor Talk Talk, o ecos lejanos de la parte ‘buena’ del Tubullar Bells de Mike Oldfield, un gran álbum, a pesar de todo.

Pero son sólo aromas, esparcidos aquí y allá en una música mucho menos difícil de lo que aparenta que, sin embargo, necesita de la complicidad de sus oyentes para revelar todo lo bueno que contiene. ¿Canciones a resaltar? Hay muchos momentos notables en los 53 minutos que dura ‘Field of Reeds’. Para empezar la propia canción que le da título al álbum y lo cierra. O la etérea ‘V (Island Song)’ que se prolonga durante más de nueve intensos minuntos. También, mi favorita ‘Organ Eternal’ un tema que recorre y estructura un motivo melódico repetitivo que crece como una fuga de Bach o un riff de los primeros OMD hasta verse interrumpido por la voz lastimera de Barnett.

Como siempre, se trata de una selección personal y probablemente mejorable. De modo que sólo me queda animarles a hacer la suya propia tras la escucha de este disco. Eso sí, como les explicaba antes busquen las condiciones óptimas para disfrutarlo: un buen disco de vinilo, un buen equipo de sonido y una hora libre y disponible para sumergirse en esta música sin que nadie les moleste.

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