La banda de Austin, reconvertida en proyecto unipersonal de Jonathan Meiburg, publica su disco más ‘social’. El liderazgo del rock para grandes estadios parece a punto de quedar vacante. Siempre quedarán The Rolling Stones y, tal vez, U2, pero más como una curiosidad antropológica que como una alternativa artística seria, contemporánea y en vigor.
Claro que estos ‘abueletes’, pueden ser los últimos en reír, en vista de lo poco que parecen haber tardado en quemarse sus presuntos sucesores. Muse se desvanece, poco a poco, por culpa de discos mediocres y ampulosos. Y de Coldplay, mejor no hablar.
Aunque nunca se sabe y la resurrección es posible, por supuesto. Sobre todo, para los de Chris Martin. Aunque haría falta que recuperara el pulso y volviera a ser capaz de componer canciones como las de su primera época. Algo que, cada vez, se antoja más complicado.
Así las cosas, da la impresión de que la ‘carne fresca’ se echa en falta y, a lo mejor, este podría ser el momento que esperaba una banda como Shearwater, o mejor dicho el cantante y compositor Jonathan Meiburg que ha convertido al grupo en un proyecto unipersonal.
Lo cierto es que en la configuración actual de este proyecto queda muy poco rastro de las intenciones iniciales expresadas en el lejano 1999, año en el que debutó. Ahora, Meiburg parece tenerlo más claro que antes. Sabe lo que quiere y tiene un plan para conseguirlo.
https://api.soundcloud.com/tracks/238546884
Un álbum, además, realizado casi artesanalmente gracias a las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías. Meiburg ha confiado en Danny Reisch, un productor muy profesional, para lograr el sonido que buscaba y ha contado con la colaboración de algunos amigos.
Entre otros, Brian Reitzell, antiguo miembro de Redd Kross, que ahora se dedica a componer bandas sonoras. Un músico cuya influencia se deja sentir mucho aquí, sobre todo en la creación de esos climas inquietantes de los que hablábamos antes.
Meiburg ha montado ahora un grupo distinto para llevar estos temas al directo. No sabemos si los músicos que le acompañan en estos últimos conciertos se convertirán o no en miembros definitivos de Shearwater, pero, por ahora su concurso se limita a reproducir lo más fielmente posible la grabación.
El trabajo es bastante homogéneo e interesante en su conjunto, con canciones de aliento épico, no podía ser de otra manera, y un dominio general de los medios tiempos que permite los crescendos necesarios para este tipo de música destinada a movilizar las masas.
Aun así, se escucha bien, acompaña mucho e incluye canciones verdaderamente redondas como ese ‘baladón’ titulado ‘Only Child, que es mi canción favorita del disco, por el momento, o ’Wild Life In America’, un tema de interesante melodía cuya instrumentación recuerda vagamente al David Bowie de ’Heroes’.
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