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CETA: argumentos reservados

Han pasado más de cuarenta y ocho horas desde que algún alto cargo del nuevo PSOE filtró que sus diputados no van a ratificar el Tratado de libre comercio de la Unión Europea con Canadá (CETA) cuando se vote la semana próxima y todavía no se han explicado las razones, que me imagino habrá, para tan sorprendente decisión. Los socialistas españoles, como la mayor parte de sus homólogos europeos, siempre estuvieron en las vanguardias de este tipo de acuerdos multinacionales que conducen a la globalización de la economía con la ruptura de barreras arancelarias y la paulatina desaparición de las fronteras comerciales.

Hace algunas semanas los eurodiputados del PSOE votaron todos, con la excepción de Soledad Cabezón, a favor del Tratado, lo cual vuelve aún más sorprendente este cambio que se anticipa. El 59 por ciento de la Eurocámara respaldó entonces la propuesta con el voto en contra de los extremismos de izquierdas, como Podemos, y de derechas, como el Frente Nacional Francés, a los que se sumaron los socialistas de Francia más los de los países más euroescépticos, Chequia, Hungría y Polonia. Al principio de la semana, unas horas antes de anticipar su vuelco, en el Congreso también votaron a favor del CETA los diputados del PSOE en la correspondiente Comisión.

La reacción de sorpresa, de expectación y de crítica que se desencadenó inmediatamente sigue sin ser despejada. Un cambio político de esta naturaleza requiere una explicación inmediata: el cambio desautoriza a muchos cargos electos del Partido y la reserva de las razones crea cierto desconcierto internacional en unos momentos en que la imagen de España atraviesa horas bajas ante la inanición de un Gobierno como el de Rajoy sin ideas ni personalidad. La sorpresa es ver al grupo socialista alineado con otros que, con Donald Trump y Marine Le Pen a la cabeza, se aferran a un proteccionismo retrógrado y carente de visión de futuro.

En sus líneas generales el CETA favorece las exportaciones europeas a Canadá, abre las puertas a las empresas, españolas incluidas, a concurrir a concursos públicos en igualdad de condiciones que las nacionales, y permitirá a muchas industrias vender a Canadá productos que ahora están vetados. Especial incidencia tendrá esta apertura de mercados para la industria agroalimentaria española, empezando por el aceite y acabando por el turrón, con un amplio campo de posibilidades para el jamón, los embutidos y otras mercancías de hasta 22 denominaciones de origen que allí pasarán a ser reconocidas y respetadas.

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CETA: argumentos reservados

Diego Carcedo

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