Domingo inolvidable en la marina Marlin, en la cercana playa capitalina de Tarará después de casi dos años de auto cautiverio anti Covid. Tan fuerte como para no ir por allí en buen rato. Bandera roja ante el peligroso oleaje, pero también para los precios, el no alcanzar almuerzo y mucho menos beberse una cerveza.

No me extenderé en el Vía Crucis. Un abono de 250 pesos por cabeza para entrar con derecho a un entremés de jamón, chorizo, aceitunas y cebollitas encurtidas. Luego, a lo que de por la mocha para recordar viejos tiempos de zafra azucarera. Las tumbonas a 75 pesos y si nada más se te ocurre meterte debajo de una empalizada, pues serán 500 toletes incluyendo las tumbonas. Quien no tenga claro esto de los 500 pesos basta apuntar que se trata de la tercera parte de la pensión mínima establecida de 1.528.

Con la pretensión de hacerle la estancia al cliente lo más agradable posible, un grupo de jóvenes y audaces camareros deben prestar servicio hasta donde la gente descansa o se solea. Pese el esfuerzo de los muchachos, que es notable, la espera resulta angustiosa y no por obra de la desesperación o la gula.

Menos mal por la música, que fue selecta y variada, con buenos equipos y volumen. En ese entorno melódico llegó para todos un viejo conocido, Benito de la Fuente, autor de Oxígeno e interpretado por el Willy Chirino. Había que conocer a la inspiradora de aquella canción. Si mal no recuerdo se llamaba Pilar. Bella a más no poder. Emitía oxígeno por los cuatro costados.

Tal parece que eso de las colas o filas con temprano despertar o madrugar ha llegado también a la marina Marlin. Si no “marcas” a prima hora, olvídate de algunos caprichos playeros como el almuerzo o la cervecita.

Quizás la razón sea otra, algo más convincente: los suministros y la escasez generalizada, binomio del que se abrazan muchos directivos ante una avalancha multitudinaria como la del domingo.

Es, en fin, lo que cuenta un amigo, que no se puede salir a la calle porque es buscarse un problema o disgusto que de inmediato te marca una sombrita blanca en el cerebro para que el neurólogo te confiese se trata de una pequeña isquemia provocada por el encabronamiento. También, como decía un compañero mío en una de esas guerras que les ha tocado a nuestra generación. Cada vez que sonaba cerca un cañonazo enemigo, el hombre levitaba asombrado para lamentarse: “No hay paz con los buenos”.

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Bandera roja

Aurelio Pedroso

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