Unos 150 intelectuales, como Chomsky o Atwood, critican el imperante clima de intolerancia y la «restricción al debate»

Libertad de expresión

Unos 150 intelectuales, como Chomsky o Atwood, critican el imperante clima de intolerancia y la «restricción al debate»

"Las fuerzas del iliberalismo están ganando fuerza en todo el mundo y tienen un poderoso aliado en Donald Trump, que representa una amenaza real para la democracia".

Noam Chomsky

Un total de 150 intelectuales, entre los que se encuentran nombres como los de Margaret Atwood, John Banville o Noam Chomsky, han rechazado en una carta la «restricción del debate» y piden «preservar la posibilidad de desacuerdos de buena fe sin consecuencias profesionales nefastas».

En esta misiva, publicada en el medio norteamericano Harper’s Magazine, los firmantes, entre los que se encuentran escritores, historiadores, periodistas, activistas y miembros de las universidades más prestigiosas, critican el «clima intolerante que se ha establecido en todos los lados» tras un «ajuste de cuentas necesario» por la igualdad racial y social.

Tal y como señalan, estas «poderosas protestas por la justicia racial y social» ha intensificado «un nuevo conjunto de actitudes morales y compromisos políticos» que tienden a debilitar las «normas de debate abierto y la tolerancia de las diferencias a favor de la conformidad ideológica».

«Las fuerzas del iliberalismo están ganando fuerza en todo el mundo y tienen un poderoso aliado en Donald Trump, que representa una amenaza real para la democracia», sostienen estas voces, que abogan por no permitir que «la resistencia se endurezca en su propio tipo de dogma o coerción, que los demagogos de derecha ya están explotando».

En este sentido, señalan que «el libre intercambio de información e ideas» se está volviendo «cada vez más restringido», algo que si bien se esperar «en la derecha radical», creen que «la censura también se está extendiendo más ampliamente» con «una intolerancia de puntos de vista opuestos, una moda para la vergüenza pública y el ostracismo, y la tendencia a disolver cuestiones políticas complejas en una ceguera moral cegadora».

Estos intelectuales critican que los líderes institucionales, «en un espíritu de control de daños en pánico», aplican «castigos apresurados y desproporcionados» en lugar de «reformas», pero también señalan que los editores son despedidos por «piezas controvertidas»; los libros son retirados por «presunta falta de autenticidad»; los periodistas tienen prohibido escribir sobre ciertos temas o los profesores son investigados por «citar trabajos de literatura en clase».

«Cualesquiera que sean los argumentos en torno a cada incidente en particular, el resultado ha sido estrechar constantemente los límites de lo que se puede decir sin la amenaza de represalias. Ya estamos pagando el precio con mayor aversión al riesgo entre escritores, artistas y periodistas que temen por su sustento si se apartan del consenso, o incluso carecen de suficiente celo en el acuerdo», lamentan.

A su juicio, esta «restricción del debate» perjudica a quienes carecen de poder y hace que todos sean «menos capaces de participar democráticamente», por lo que rechazan «cualquier elección falsa entre justicia y libertad, que no puede existir la una sin la otra».

«Como escritores, necesitamos una cultura que nos deje espacio para la experimentación, la toma de riesgos e incluso los errores. Necesitamos preservar la posibilidad de desacuerdos de buena fe sin consecuencias profesionales nefastas», concluyen.

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