Caída de precios y disminución del consumo, mala pareja

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Caída de precios y disminución del consumo, mala pareja

La amenaza de deflación junto a la disminución del consumo interno forman un duo de devastadoras consecuencias para la economía española. Esta semana se ha conocido que la economía española sigue presentando síntomas de debilidad. En concreto, han aparecido dos datos macroeconómicos referentes a los primeros meses del año que dibujan un panorama muy poco alentador en el presente y proyectan sombras amenazadoras sobre el futuro inmediato.

En primer lugar, la facturación del comercio minorista cayó un 0,5% en el mes de febrero, tras haber aumentado el mismo porcentaje en enero, lo que apunta directamente a una evidente perdida de vitalidad del consumo privado. Por si fuera poco, el IPC sufrió un recorte del 0,2% en marzo, cifra que supone el mayor descenso experimentado por este indicador macroeconómico en los últimos cinco años.

Se trata, además, de dos datos macroeconómicos que tienen una relación muy directa con la actividad de los ciudadanos y que indican con claridad que en estos momentos nos enfrentamos de nuevo a una caía de la demanda interna y que, esta vez, se produce en paralelo con una bajada de precios. Ambas cosas sin que la supuesta recuperación económica que jalea el Gobierno sea perceptible para la mayoría.

Las rebajas experimentadas por el coste de los bienes y servicios pueden parecer, aparentemente una buena noticia. Pero está claro que no lo es. Sucede que si la tendencia se mantiene estaríamos ante un claro signo de contracción económica que es junto lo contrario de lo que se necesita ahora. Y, además, ese escenario deflacionario supone también que va a resultar mucho más complicado devolver la deuda que si nos moviéramos en un entorno de inflación moderada.

La combinación de todo ello hace aún más difícil que se pueda generar empleo o que los salarios empiecen a recuperar el poder adquisitivo perdido, y así se recupere el consumo interno y atisbe una posibilidad cierta de acercarse a la salida de la crisis.

Así que con una demanda interna mortecina y un riesgo cierto de que aumenten los problemas de la economía todo queda al albur del sector exterior. Pero con independencia del comportamiento favorable que tuvieron las exportaciones en el periodo central de 2013, queda por ver lo qué pasará en el presente ejercicio.

Sobre todo, porque como hemos explicado ya en este mismo espacio, algunos de los componentes básicos en los coste de la fabricación de bienes, como son las telecomunicaciones, la energía y la financiación se mueven en unos precios que están entre los más caros de Europa, lo que, sin duda, resta competitividad a los productos. De modo que toda la reducción de costes queda en manos de la devaluación salarial lo que, obviamente, resulta letal para ese consumo interno que se pretende reactivar.

Entramos así en una espiral de difícil solución. Sobre todo si no se buscan fórmulas que aborden el problema en su totalidad y se pretende, como es el caso, buscar remedios tomando medidas parciales que no encaran el problema en su auténtica dimensión.

Con otra dificultad añadida, porque la situación que dibuja esa suma de amenaza de deflación y caída del consumo es también una de las más dañinas que podrían darse para el sector financiero, porque aminora el valor de los activos, aumenta las dificultades para devolver su financiación y genera un aumento de la mora.

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