Por qué las políticas de igualdad siguen siendo necesarias

Opinión

Por qué las políticas de igualdad siguen siendo necesarias

El siglo XX ha sido llamado “el siglo de las mujeres” y es evidente que no sin razón. Si en alguna parte de Europa la transformación hacia la igualdad entre mujeres y hombres se ha dado de manera rápida, ésa ha sido España, donde los primeros pasos hacia la consecución de derechos, dados en la época de la República, habían sido truncados con la llegada del régimen franquista y la consiguiente ruptura del proceso democratizador. Desde los años sesenta en adelante se produjeron en nuesto país una serie de cambios que favorecieron la progresiva incorporación de las mujeres al sistema educativo superior, por un lado, y al mercado de trabajo, por otro. En 1978 la Constitución Española supuso el establecimiento del principio de igualdad entre todos los españoles, sin distinción de sexo, y este principio trajo consigo la revisión, y eliminación, de toda la legislación que trataba de manera desigual a mujeres y hombres en función de su sexo.

Con el ingreso de España en el Mercado Común Europeo, nuestro país va implementando políticas que tienen a las mujeres como objetivo prioritario. Consciente el gobierno europeo de las diferencias existentes aún en la participación de las mujeres en el mercado de trabajo, se idean programas específicos de formación, de creación de empleo, de establecimiento de empresas, para mejorar esas diferencias de hasta veinte o treinta puntos porcentuales de diferencia en muchos casos. España se beneficia también de los fondos europeos destinados específicamente a reflexionar sobre la desigualdad existente y a idear políticas innovadoras que favorezcan esa igualdad que se desea.
Treinta años después, y ya avanzado otro siglo, es posible mirar hacia atrás con cierta perspectiva y valorar muy positivamente lo que han sido las políticas de igualdad entre mujeres y hombres llevadas a cabo desde los gobiernos estatales y autonómicos. Los resultados han sido espectaculares, y aunque no han conseguido acabar con la desigualdad, sí han mejorado sustancialmente las diferencias existentes. Las chicas consiguen hoy los mejores resultados académicos, tanto en la educación superior como en la universitaria, y despuntan cada vez más en ámbitos en los que nuestras abuelas nunca habrían imaginado que podrían tener un papel, como la medicina, la investigación científica, la ingeniería o la conducción de autobuses, por poner algunos ejemplos llamativos.

Y a pesar de ello, es necesario seguir trabajando. Inmensamente. Porque la crisis ha traído consigo un aumento del desempleo que afecta ya más a las mujeres que a los hombres. Porque las cifras de la violencia de género en nuestro país continúan siendo elevadas y son el síntoma más crudo y evidente de que la desigualdad sigue existiendo. Porque la conciliación y la racionalización horaria siguen siendo las asignaturas pendientes de nuestra forma de vida. Por todo ello, las políticas de igualdad siguen siendo muy necesarias. Bienvenidas sean las iniciativas del gobierno para incentivar a las empresas a establecer una mayor flexibilidad horaria, para reforzar la coordinación interadministrativa en la respuesta a las víctimas de violencia de género, y, sobre todo, para crear empleo, empleo que proporcione autonomía e independencia económica a nuestras jóvenes, como nos lo dio a nosotras en su día.

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