Previsiones para un año trece

Opinión

Previsiones para un año trece

Procuro no ser supersticioso porque me han asegurado que da mala suerte. Pero, si 2012 se despide como un año malo, malo de cojones como diría un castizo, 2013, con un final aritmético tan gafe, y para más peligro inaugurado como se prevé en martes, sospecho que no va a ser mejor. Ya nos gustaría pero, y ojalá me equivoque, como me ocurre con tanta frecuencia, por lo menos que no sea peor. Vamos a ver si hay suerte y para general sorpresa nos permite levantar un poco la cabeza.

De momento las previsiones de los expertos son pésimas, además de contradictorias como ellas solas. Los expertos la verdad es que disfrutan anticipando todo lo malo que nos puede sobrevenir, para algo son economistas y gozan anunciando noticias estremecedoras. Nunca encuentran bien las perspectivas de futuro y optan por lo más jodido. Ignoro si es algo propio del oficio o lo hacen para curarse en salud de manera que luego podamos celebrar sus errores con la bola de cristal la mar de contentos.

La realidad en estos momentos es que las previsiones para 2013 no son nada halagüeñas, para qué engañarnos. Unos las dramatizan más y otros no tanto, pero todos ven el panorama tan negro como la boca de un lobo. La luz al final del túnel en que nos hallamos metidos no asoma por ninguna parte, igual que les pasa a los brotes verdes. Antes al contrario, da lo mismo que sean genios del Fondo Monetario Internacional, de la OCDE o de los entramados de las agencias de evaluación, todos están convencidos de que la crisis seguirá apretando.

Continuará la depresión, seguirá cerrado el grifo del crédito por mucho que nos extenuemos sacándoles las castañas del fuego a los bancos mal gestionados, muchos negocios que han dejado de serlo bajarán las persianas y las cifras del paro continuarán subiendo como la espuma. De vez en cuando aparecerá algún arturmas, de esos que siempre estén listos para encontrarle problemas a las soluciones — arturmas junto y con minúsculas –, con alguna iniciativa capaz de enredar todavía otro poco la situación.

Como quiera que se mire, a derecha como ahora toca, a izquierda donde nos hemos quedado sin ángulo de visión, atrás porque ya sabemos lo que vamos dejando para la Historia, o adelante, que es lo que inquieta y se oscurece, la cosa está fea, propia, sí, de un año acabado en trece al que habrá que sobreponerse, plantarle cara y decirle, hasta aquí hemos llegado, ¡coño!. Vienes precedido de presagios que no queremos mentar, pero vamos a encontrar la manera de plantarte cara.

Además, ya no nos acordamos de otro año de semejante calaña, es decir, acabado en trece, porque del último ha pasado un siglo, y quedan pocos testigos para contarlo. Tenemos, eso sí, una comparación tranquilizadora. Los economistas que se arriesgan con enorme soltura de cuerpo a lanzar previsiones son lo más parecido que existe a los técnicos en prospectiva electoral. Los profesionales de detectar las intenciones de la opinión pública tampoco aciertan nunca aunque hay que reconocerles su condición de inasequibles al fracaso.

Tanto unos como otros aciertan con sus previsiones cuando el avispado lector, oyente o telespectador pone sus datos del revés. Lo vimos hace poco cuando se lanzaron a anticipar – que Dios les conserve la vista, el oído y la habilidad profesional – los resultados de las elecciones catalanas. Les pasó como aquel que al llamar por teléfono preguntó es el tal, tal y tal número y quien respondió le contestó, no señor, no, no acertó usted ninguno.

En Cataluña los pomposos institutos de investigaciones sociológicas ni siquiera apuntaron bien los datos que obtuvieron a las puertas de los colegios, cuando los votantes ya habían depositado su papeleta. Esperemos, deseemos y confiemos, por lo menos para poder dormir tranquilos alguna noche de las que vienen, que los economistas internacionales de guardia no les dejen mal y hagan lo mismo. Y que2013, al margen de su mal número y su mal fario, resulta un año excelente.

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