El miedo a Podemos empuja al PP hacia los independentistas

Detrás de la cortina

El miedo a Podemos empuja al PP hacia los independentistas

Rafael Alba

El movimiento que encabeza Pablo Iglesias, a punto de convertirse en la fuerza política mayoritaria en Cataluña. Anda confundida la parroquia conservadora hispana, facción ‘esperanzista’ del Barrio de Salamanca, por culpa de los últimos acontecimientos políticos y el giro que parece haberse producido en el panorama tras ese apoyo, no confirmado, que el PP habría conseguido obtener de los independentistas catalanes con la táctica de siempre, aflojar la cartera que supuestamente ‘guarda’ el dinero público de todos y buscar la interpretación más flexible de las leyes vigentes en beneficio de algunos y en perjuicio de la mayoría.
 
Acostumbrados como estaban a insultar en las barras de los bares a esos ‘malditos’ enemigos de la unidad de España, la posibilidad de una reconciliación ‘express’ entre la derecha españolista y la catalana, les ha cogido con el paso cambiado y no saben si después de años de disparar improperios contra los partidarios de la ‘estelada’, les va a volver a tocar hablar catalán en la intimidad, como en los primeros y más tiernos años de José María Aznar en la presidencia del Gobierno.
 
Andan también escasos de consignas. Su prensa de cabecera ha enmudecido sobre este asunto y sus tertulianos tampoco les proporcionan el ‘argumentario’ que necesitan. Han pasado estas cosas y nadie ha puesto el grito en el cielo, lo que, por otra parte, es una indicación más que suficiente de por dónde van a ir los tiros. Al fin y al cabo, todo vale para evitar que el ‘enemigo comunista’ se haga con el poder en el país.
 
Ni siquiera la belicosa jefa de filas de ese sector ‘castizo’ y radical, la gran Esperanza Aguirre se ha atrevido a levantar la voz con respecto a este asunto del presunto buen entendimiento entre Rajoy y los soberanistas. Y su silencio es, casi un grito de oprobio, para según quien. Es verdad que a ‘Espe’ se le consiente todo y que, gracias al cielo, siempre les quedará en el horizonte esa archienemiga manipuladora llamada Manuela Carmena. Pero, se diga lo que se diga esto empieza a no ser lo que era.
 
Lo malo es que, ahora, uno de los principales motivos para temer a los demonios ‘podemitas’ el hecho de que, en realidad, eran los aliados naturales del separatismo, ha quedado enterrado y bien enterrado, porque parece que el nuevo ‘amiguete’ de las hordas secesionistas no es otro que ese señor de Pontevedra llamado Mariano Rajoy, presidente en funciones del Gobierno de España y aparentemente dispuesto a casi todo para permanecer un poco de tiempo más en el Palacio de La Moncloa.
 
Ya ven, a más de uno le va a costar tragarse ese sapo que, según las opiniones sin base que emiten algunos aficionados a plantar cizaña, se traduciría de momento en varios hechos cuya conexión no es fácil de establecer porque quizá ni siquiera exista, pero que se han producido casi simultáneamente. Demasiado cerca unos de otros como para que cualquier analista malintencionado no aproveche la ocasión de señalar las múltiples implicaciones posibles de esta coincidencia.
 
Ya saben. En paralelo con esa inesperada votación en el Congreso que ha permitido a Ana Pastor convertirse en presidenta de la Cámara hemos sabido, por ejemplo, que, según la Fiscalía, Artur Mas no es merecedor de prisión por haberse implicado en la parodia de consulta independentista de aquel lejano 9N y también que Hacienda ha decido ‘librar’ a Cataluña de cerca de 1.600 millones de euros de deuda. Dos espinosos asuntos de bastante más peso que ese supuesto regalito de poca monta que supondría permitir a la antigua Convergencia tener un grupo parlamentario propio.
 
Y tampoco es fácil convivir con la sospecha de que esas supuestas negociaciones entre el independentismo y el PP han llegado más lejos de lo que parece y que bajo esa superficie, ya vergonzante para, según quién, habría incluso una ‘hoja de ruta’ pactada plagada de concesiones a ERC y Convergencia que, una vez más y contra todo pronóstico, habrían logrado sacar un partido extraordinario a la situación de privilegio que mantienen gracias a una curiosa Ley Electoral que permite que no todos los votos de los españoles valgan lo mismo.
 
Sin embargo, todo es cuestión de tiempo en esta España de los milagros. Hasta que Oriol Junqueras se convierta en un buen chico y Carles Puigdemont en un político pragmático preocupado por el futuro de España y Europa. Al fin y al cabo, con los nacionalistas catalanes se puede hablar de muchas cosas. De casi todo, menos de la independencia. Ya lo ha dicho ese gran filósofo que se llama José Manuel García Margallo, profundo librepensador que ahora, y sólo eventualmente, ejerce de ministro de Asuntos Exteriores.
 
Y, ¿por qué no? Sucede que, en contra de las apariencias, a lo mejor PP, Convergencia y ERC tienen más de un punto en común. Por ejemplo, un maldito enemigo político que les acecha. Curiosamente el mismo que también han ‘elegido’ las otras dos fuerzas ‘constitucionalistas’ Ciudadanos y el PSOE. Se trata, claro, de Unidos Podemos que, según las últimas encuestas, está a punto de convertirse en la primera fuerza política de Cataluña y podría doblar su actual representación parlamentaria en la región si se celebrasen unas elecciones ahora en aquel territorio.
 
Ya saben, además, que el actual presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, tiene que enfrentarse a una moción de confianza en septiembre. Y que si la pierde los catalanes volverán a ir a las urnas. Y, evidentemente, si esas elecciones anticipadas llegan a celebrarse y la marca catalana de Unidos Podemos se convierte en decisiva en aquel territorio, casi todos los equilibrios sobre los que se sustenta ahora la frágil estabilidad de la política española podrían tambalearse con peligro.
 
Y, por extraño que parezca, hay quien asegura que el PP catalán puede convertirse en la tabla de salvación de esa alianza contra natura formada por Covergencia y ERC que puede romperse más pronto que tarde. Sobre todo, si toca volver a pedir el voto de los ciudadanos en un contexto en el que han desaparecido por completo las coartadas plebiscitarias. Sería raro, sí. Pero, ¿imaginaban ustedes hace sólo diez días que el PP y Ciudadanos iban a conseguir el control de la mesa del Congreso gracias al apoyo de los independentistas? Pues parece que justamente eso es lo que acaba de pasar.
 
Claro que la tristeza de los entrañables derechistas del Club de Fans de Esperanza Aguirre, puede ser una minucia comparada con la prueba que podría esperar a los ‘alegres-as y encorbatados-as muchachos-as’ de Ciudadanos. Desde que Albert Rivera volvió de Venezuela todo se ha complicado mucho más de lo esperado. Tanto que habrá quien se pregunte si no habría hecho mejor el líder naranja quedándose allí.
 
Han perdido diputados y credibilidad a raudales y lo peor puede estar por llegar. Ese aciago día en el que tengan que apoyar una investidura de Mariano Rajoy, tal vez con un voto afirmativo y entablar relaciones con los partidos independentistas por el ‘bien de España’. A menos claro que sus viejos amigos del PSOE les saquen del atolladero con una abstención liberadora que evite el ridículo al que se exponen en este momento todas las fuerzas conservadoras españolistas conocidas y por conocer.
 
¿Se portarán como dios manda los ‘amiguetes’ socialistas? Todo parece indicar que hay muchas posibilidades de que lo hagan. Susana Díaz ya ha iniciado algo parecido a una posible precampaña para optar a la secretaría general de ese partido en peligro y Pedro Sánchez, cada vez más cerca de quedarse sin su cargo, sigue callado y agazapado tras la coartada de que ‘los números no dan’. Poco importa que antes fuera porque no se podía contar con los separatistas y ahora sea porque los separatistas han ‘pactado’ con el PP.
 
Y si no que se lo pregunten a esos intelectuales de la vieja izquierda reformista que explican ahora, desde todos los medios de comunicación en los que se les brinda amablemente la oportunidad, que la mejor forma de ‘derrotar’ a la derecha es permitiendo que Rajoy siga en el Gobierno. Cualquiera sabe. Si siguen repitiendo la cantinela unos cuantos meses más, lo mismo hasta consiguen que sus votantes se la crean. Pero lo mismo no lo consiguen y, entonces, un posible ‘sorpasso’ va a ser la menor de sus preocupaciones. Entonces lo que va estar en juego es su propia supervivencia.

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