La amarga ‘victoria’ del PSOE y el dulce batacazo de Podemos

Detrás de la cortina

La amarga ‘victoria’ del PSOE y el dulce batacazo de Podemos

Rafael Alba

La maquinaria mediática se pone en marcha para ofrecer un relato interesado que distorsiona la realidad para perjudicar a la formación morada. No tiene suerte Podemos, es verdad, con los medios de comunicación tradicionales, una poderosa maquinaria engrasada para defender los intereses de los grupos dominantes del país que, evidentemente, no iba a perder la oportunidad de usar en beneficio de sus amos, toda la gasolina que le ha proporcionado el ‘batacazo’ sin paliativos que se ha pegado estas elecciones la formación morada, tras el fracaso de la estrategia ‘ganadora’ que fraguó al aliarse con IU para formar la coalición Unidos Podemos, pensada para relegar definitivamente al PSOE a una posición subsidiaria.

Pero no fue así, como todo el mundo sabe. El equipo ganador formado por los pesos pesados de esa nueva izquierda que parecía capaz de arrasarlo todo, por esa selección nacional de activistas y catedráticos que se dedican temporalmente a la política para cambiar una realidad injusta ha frenado su imparable ascenso, ha perdido más de un millón de votos por el camino y se ha quedado compuesto y con ‘sólo’ 71 diputados. Un fracaso que, según quien cuente, la historia, debería contribuir a que los Pablo Iglesias, Iñigo Errejón, Alberto Garzón y compañía se hicieran rápidamente el ‘harakiri’.

¿De verdad es tan grave el asunto? A lo mejor no. Cierto que Unidos Podemos perdió el 26J su ‘toque’ mágico. Ese halo, casi inhumano, que les había rodeado desde el principio. Y también que su persistencia en proponer soluciones controvertidas a asuntos espinosos le ha vuelto a pasar factura. Ese referéndum en Cataluña, por ejemplo, sigue pesando como una losa sobre la capacidad de la coalición de aumentar su número de votos en el resto de España, por mucho que sea una estrategia que, de momento, parece haberles permitido convertirse primero y consolidarse después como la fuerza política preferida por los votantes de aquel territorio en las elecciones generales, por encima incluso de las opciones independentistas.

Aun así, la coalición de izquierdas ha salvado los muebles. Y no lo tenía fácil. Por mucho que las encuestas anunciaran un ‘sorpasso’ al PSOE que finalmente no se produjo y que parte de la legión de abstencionistas a los que rescataron de la desidia haya optado por regresar al estado de letargo en el que se encontraban antes, los promotores de Unidos Podemos pueden también vanagloriarse de haber sido capaz de aguantaren pie y con 71 diputados el intenso fuego graneado que han disparado contra ellos desde todos los ángulos. Porque si algo ha unido, y une todavía, a las ‘fuerzas’ constitucionales’, a esa alianza de tapadillo que mantienen los socialistas con Ciudadanos y el PP es su deseo de exterminar políticamente a las malvadas fuerzas ‘podemitas’.

Y así hemos visto una campaña clásica, un ‘todos contra Unidos Podemos’ en el que el juego sucio era la norma y el objetivo de ese tripartito en la sombra que, probablemente, este a punto de emerger era derribar a la amenaza ‘populista’. Y, aunque es probable, que los promotores de esta campaña, entre quienes ocupa un lugar más que destacado y con mención de honor los periodistas del grupo Prisa y su jefe de filas Juan Luis Cebrián, hayan respirado aliviados tras conocer los pasados resultados electorales, su alegría está destinada a tener una duración más bien corta. Más que nada porque su estrategia ha dejado un montón de juguetes rotos sobre la mesa y ha tenido al final un único beneficiario, ese hombre sin miedo y sin ningún deseo de abandonar el terreno de juego justo ahora que ha ‘ganado’ que se llama Mariano Rajoy.

El gallego se ha visto fortalecido por una nueva carambola que muchos consideran inexplicable, pero que es bastante fácil de entender. Sobre todo, porque su partido ha aumentado sus votos, sufragios que él ahora va a capitalizar en su favor sin ningún miedo, a costa de Ciudadanos, a quienes ha ‘birlado’ ocho escaños y del PSOE que le ha ‘cedido’ amablemente cinco. Es decir, que ha conseguido que vuelvan a ‘casa’ algunos votos centristas que se le escaparon por culpa de la corrupción y sus políticas desastrosas.

Quizá, entre otras cosas, porque esos elementos, que eran los más importantes, han sido desalojados del centro del escenario durante la campaña electoral, en favor ya digo de la ‘guerra sucia’ contra Unidos Podemos, que resultaba más prioritaria que promover la regeneración democrática o la lucha contra la desigualdad, dos asuntos que, aparentemente tienen una importancia mucho menor para el futuro de España que el acoso y derribo de Podemos, sus confluencias y su entorno, según se ve.

Así que Rajoy ha ganado y su voto oculto ha vuelto a esconderse en el ignominioso silencio tras el éxito de la operación. Sobre todo, porque queda muy mal en esa foto que muestra a España como un país que ‘perdona’ y bonifica a los corruptos, pero en el que, afortunadamente, aún hay más de cinco millones de votantes que no se han dejado seducir por la propaganda populista conservadora y han resistido. Y esas papeletas son las que, pasada la euforia primigenia, se le van a atragantar a las fuerzas constitucionales que, una vez más, van a tener una pesadísima digestión del éxito.

Porque ahora toca formar gobierno y Rajoy ha jugado con rapidez sus cartas como ganador de las elecciones. Y ha dejado claro que son los ‘otros’ constitucionalistas, las otras formaciones de la gente de orden, es decir PSOE y Ciudadanos, quienes deben ponerse a sus órdenes, como ya hicieron en la campaña electoral, y permitirle formar ese gobierno del ‘sentido común’ que funcione como dique implacable contra la inundación ‘podemita’, ese ejecutivo de ‘salvación’ que libre a los españoles de los demonios morados. Y es difícil quitarle la razón ahora, después de una campaña en la que los socialistas y Albert Rivera y los suyos han seguido con total fidelidad este guion.

Puede que esa sea una explicación para el clamoroso silencio del líder socialista Pedro Sánchez y la inexplicable locuacidad de una Susana Díaz que no para de hablar en los medios para marcar en corto al díscolo secretario general de su partido, sin admitir, claro, que su furia antipodemita, pura esencia del pensamiento de su mentor Felipe González, sólo ha servido para que el PSOE haya cosechado una dolorosa derrota en su feudo. Porque sí, amigos, una vez más, a la hora de votar contra los ‘comunistas’, la mejor elección siempre será el PP, por supuesto. Mucho mejor que cualquier imitación naranja o rosada.

Ahora a Sánchez le toca tragarse una píldora más que amarga, parece. Pasar por el aro de la abstención y dejar que siga en el gobierno el partido de la corrupción y la precariedad laboral o dimitir. No parece haber muchas dudas sobre estas cuestiones gracias, precisamente, a esa cascada de declaraciones en los medios que los barones territoriales han hecho a lo largo de una semana que debe haber resultado eterna para el secretario general de los socialistas. Un hombre sin margen de maniobra que, además, corre el riesgo de convertirse en cadáver si intenta salirse del carril.

Sin embargo, también se equivocan aquellos que creen que los socialistas podrán realizar una operación de control de daños efectiva, una vez que hayan permitido a Rajoy continuar en La Moncloa. No podrán, porque ni uno solo de los votos que han conservado, admite ese escenario. Si el PP les ha arrebatado cinco escaños, es porque esos votantes, los que hubieran tragado con una ‘gran coalición’ o admitido una abstención cómplice que permitiera dejarlo todo como estaba, ya han empezado a moverse hacia el territorio azul que, en realidad, es el que les corresponde.

Y los que se han quedado, los que han ‘defendido’ la plaza del ataque de las hordas comunistas inspiradas por el viejo demonio y mortal enemigo Julio Anguita, quizá tienen tragaderas suficientes para convivir con la ‘cal viva’ si hace falta, pero no para ver como su partido contribuye a consolidar la hegemonía de la derecha ‘neoliberal’ y sin escrúpulos.

Por ahí no van a pasar con tanta facilidad. Y por eso, es probable, que el viejo socialismo del 78 siga desangrándose y mantenga su actual e imparable tendencia hacia la irrelevancia en los próximos meses. Es un sueño imposible creer que el PSOE puede echarse a un lado para dejar que gobierne Rajoy y luego regenerarse en la oposición. Eso no va a pasar. Ahora, sólo el PNV podría resolver el entuerto, con alguna ayuda, claro. Lo malo es que hay elecciones vascas en otoño y Podemos podría ganarlas.

Más información