Un sector bancario fuerte y solvente para consolidar la recuperación

Especial XXIV Aniversario

Un sector bancario fuerte y solvente para consolidar la recuperación

Juan Carlos Delrieu, Jefe de Gabinete de Presidencia de la Asociación Española de Banca

El sector bancario español ha experimentando en los últimos años un proceso de mejora en todas las magnitudes relevantes, que lejos de terminar, cabe esperar que continúe de forma, incluso, más intensa en los próximos ejercicios. Esta progresiva mejora se produce por dos razones. En parte, por la favorable evolución de la economía española que, inmersa en el desendeudamiento de hogares y empresas no financieras y en una mejora de la salud patrimonial de las empresas, propicia un aumento del crédito, de la actividad económica -que crece de forma sostenida alrededor del 3%- y, en consecuencia, del empleo. Pero también las cifras de la banca española continúan mejorando gracias al esfuerzo realizado en la recapitalización, limpieza de balances y ganancia de eficiencia operativa, temas en los que nuestros bancos llevan trabajando sin descanso desde el inicio de la crisis económica de 2008.

Este conjunto de circunstancias están permitiendo a los bancos españoles dinamizar las condiciones crediticias e impulsar el crédito de las familias y empresas. En particular, las nuevas operaciones de préstamos a familias concedidas en los siete primeros meses del año son un 37% superiores a las del mismo periodo del año anterior y en el caso de los préstamos de menos de un millón de euros para la PYME, el crecimiento hasta julio ha sido del 15% frente al igual periodo de 2014.

A pesar de la mejora que la actividad económica está generando sobre los resultados del sector, no debemos olvidar que en un entorno de bajos tipo de interés, el margen de intermediación tiende a reducirse, e igual ocurre con la Rentabilidad sobre los Recursos Propios (ROE). Para dar una respuesta a esta situación, los bancos españoles están trabajando simultáneamente en tres direcciones complementarias. En primer lugar, expandiendo sus bases de clientes, lo que les permite aprovechar las ventajas propias de las economías de escala, una orientación estratégica que, en un contexto tan competitivo como el bancario, podría pasar por un nuevo proceso de consolidación. Esta vez, quizás, de carácter transfronterizo aprovechando los obstáculos removidos en el proceso de construcción de la Unión Bancaria. Esta primera línea de trabajo viene acompañada por un esfuerzo de acercamiento al mercado y a los clientes, a los que se proporciona diferentes canales de aproximación y un portafolio de soluciones, más que de productos y servicios; es decir, mejorando la experiencia del cliente en su interacción con el banco.

Este segundo eje de acción está exigiendo a nuestros bancos un redoblado esfuerzo por gestionar sus respectivos negocios de manera eficiente, lo que supone una constante reducción de costes, optimización de procesos y reducción del gasto. Y ello a pesar de que la banca española se compara en eficiencia muy favorablemente con sus competidores europeos.

Y la tercera línea de trabajo que vienen implementado la mayor parte de las entidades bancarias españolas, es una decidida apuesta por la digitalización como un concepto que cruza las dos acciones anteriores: la transformación digital de la banca ampliará las alternativas de los clientes para acceder a los servicios bancarios, por lo que debe ser entendida como una alternativa de valor para los usuarios, aunque en los próximos años el modelo de oficina seguirá siendo un enfoque muy relevante. Al mismo tiempo, aumentar la productividad de la operativa y de los procesos bancarios está exigiendo un uso intenso de la tecnología que redundará en estructuras y procesos más eficientes. Adicionalmente, la transformación hacia una banca digital, además de ser un modelo de cambio inexorable, parece la mejor manera no sólo de competir sino de blindar el negocio tradicional frente a nuevos competidores, otro de los grandes desafíos que afronta el sector.

Pero no es el único. El camino no está exento de retos y, entre ellos, los más importantes pasan por la regulación y la reputación. La regulación, cada vez más abrumadora y exigente, a la que nuestros bancos se están adaptando con gran celo y rapidez, supone un sobrecoste que afecta tanto al lado de los ingresos como al de los costes y, lo que es más importante, tiene un enorme impacto en los niveles de solvencia exigidos por el Banco Central Europeo y el Mecanismo Único de Supervisión.

Y, finalmente, sobre la reputación, es evidente que la banca, en la mayor parte de los países desarrollados, ha sufrido una crisis de confianza desde el inicio de la crisis. Recuperar con credibilidad la confianza de los clientes, trabajando de forma más transparente y cercana al consumidor, es un elemento clave para fortalecer la actividad bancaria. De la misma manera, nuestra economía necesita un sistema financiero solvente, fuerte y blindado frente a los riesgos globales, para consolidar el proceso de recuperación en el que todo nuestro país está inmerso.

*Juan Carlos Delrieu, Jefe de Gabinete de Presidencia de la Asociación Española de Banca

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