Susto a babor

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Susto a babor

El batacazo bursátil de los bancos a cuenta del Espírito Santo demuestra que los inversores no creen que la crisis financiera esté resuelta en Europa. Esta semana hemos tenido un susto a babor, una borrasca en el lado izquierdo de la península ibérica. Una tormenta en Portugal que se expandió por los grandes mercados continentales como consecuencia de la grave crisis del Banco Espírito Santo. Una sacudida que, en definitiva, ha sido provocada por el crac de un grupo bancario tradicional que intentó como pudo superar sus dificultades y al final no lo logró.

Lo más importante de todo esto es haber constatado una vez más la desconfianza que existe en el universo inversor sobre la salud real de los bancos europeos. Esas dudas renovadas, provocaron el pasado jueves una caída vertiginosa de las cotizaciones bancarias en las bolsas europeas y hasta distorsionaron las primas de riesgo.

El temporal volvió a traer a la memoria de los inversores una idea recurrente: a diferencia de lo que sucedido en EEUU, en Europa todavía no se puede dar por cerrado el proceso de saneamiento de la banca, toda vez que las grandes entidades del Viejo Continente -léase las francesas y alemanas o, dicho de otra forma, Société Générale y Deutsche Bank– distan mucho de haber hecho un ‘strip tease’ integral que permita ver sus interioridades a la parroquia inversora.

De aquí en adelante, únicamente queda constatar que existe una amenaza cierta de inestabilidad y desconfianza sobre los bancos y que eso quiere decir que, por mucho que se empeñen las autoridades políticas en que la crisis está superada, aún vamos a tener que ver muchas cosas que indican claramente lo contrario.

En definitiva que, si de verdad son los mercados los que mandan y los que establecen pautas de comportamiento, conforme nos tienen acostumbrados a oír nuestros responsables políticos, sería interesante que ahora tomaran nota del recado que han enviado los mercados, precisamente con la crisis del Espírito Santo.

Y no estaría de más que decidieran actuar de una vez como representantes de la soberanía popular y pasaran a ejercer un control y una supervisión exhaustiva sobre las grandes instituciones financieras. En lugar de hacer lo que han hecho hasta ahora: dejarlas incluso al margen de esos dudosos test de estrés de los que, por otra parte, los alemanes se han ‘autoexcluído’, preparando unas pruebas de resistencia a la medida.

Sobre todo porque los mercados -los de verdad, no los que enarbolan como espantajo amenazador los políticos- funcionan siempre sobre un riel básico. Ese que se llama la confianza y que, como se acaba de volver a ver, en el caso europeo continúa muy deteriorado.

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