¿Dónde están los reguladores financieros?

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¿Dónde están los reguladores financieros?

El FMI, Bruselas y el BCE parecen haber olvidado que la crisis se originó por culpa de la deficiente supervisión de los mercados financieros. Los últimos informes del Fondo Monetario Internacional (FMI) ponen de manifiestos muchas dudas sobre la posibilidad de que los bancos europeos hayan superado la enfermedad que debilita su solvencia. La receta aplicada para curar el mal del sistema financiero del Viejo Continente ha resultado un fiasco de proporciones gigantescas.

El fracaso de este tratamiento basado en inyecciones de dinero público en dosis de caballo, administradas con total opacidad en cuanto al manejo de los recursos y sin la intervención de mecanismos de supervisión capaces, pone en evidencia a la ‘troika’, formada por Bruselas, el Banco Central Europeo (BCE) y el FMI.

Unos ‘doctores’ que ni hicieron el diagnóstico correcto ni aplicaron las soluciones adecuadas. Y que, sin embargo, llevaron a cabo con frialdad y sin remordimientos el ‘austericidio’ que ha empobrecido al sur de Europa y dinamitado el modelo social de la región.

Mientras tanto, estas tres autoridades económicas supranacionales parecen haber olvidado el verdadero epicentro del terremoto que, a estas alturas, ha abandonado el primer plano de la actualidad y desaparecido de casi todos los debates. Ya no recuerdan que la crisis se desencadenó como consecuencia de unas prácticas más que dudosas de los profesionales financieros, que construyeron pirámides inestables sobre bases inconsistentes por medio de los productos derivados.

Da la impresión de que nadie hubiera vivido ese pasado reciente en el se produjo el colapso de las hipotecas ‘subprime’ estadounidenses. Una catástrofe que puso de manifiesto la necesidad de aumentar la regulación y el control de los mercados. Es obvio que no se ha hecho y que ese problema no resuelto sigue hipotecando el futuro de los europeos e impidiendo que se produzca la recuperación económica.

¿Alguien puede explicar los verdaderos motivos por los que el BCE se niega a a promover esas políticas monetarias expansivas que se le reclaman para que evite la deflación que amenaza a unos cuantos países de la Zona del Euro, entre ellos España? Probablemente no. Pero su empecinamiento deja algunas pistas claras sobre las posibles razones de esta peculiar conducta.

Lo cierto es que en las coyunturas depresivas sólo hay unos beneficiarios claros: los prestamistas. En esas situaciones el valor de sus activos, de sus préstamos, se mantiene. Intacto. Otra cosa es que se produzca un deterioro en la calidad de esos créditos ante las dificultades que van a encontrar los prestatarios para devolverlos sin que la inflación les ayude a aligerar el peso de las deudas contraídas.

Y, aunque es cierto que ese fenómeno debilita la salud bancaria y bloquea la circulación de crédito, este es un mal menor para la comunidad financiera instalada en los entornos del poder si se compara con el resultado de un posible deterioro del valor de los activos, debido a que esos préstamos constituyen la referencia de los derivados que se han emitido sobre ellos.

El peligro está ahí y, a pesar de ello, los mercados en los que se negocia con estos productos de altísimo riesgo, cuyo volumen y cuya cuantía real nadie conoce, siguen funcionando al margen de cualquier tipo de control público. Y es tal el desconocimiento sobre lo que sucede en ellos que hay algunos expertos que aseguran que la situación actual puede ser peor que la que había cuando se produjo el colapso de Lehman Brothers.

Incluso se señala que los grandes bancos de Alemania y Francia son las entidades financieras más cercanas al peligro. Sobre todo porque sólo están controladas por organismos de supervisión de carácter local, aunque la posible devastación que provocaría su colapso tendría dimensiones universales.

De modo que el problema sigue ahí, sin que nadie se atreva a enfrentarlo. Y lo único que se hace es ganar tiempo aún a costa de los emprobrecidos ciudadanos europeos a los que se va a condenar a una crisis interminable a base de recortes, consolidación fiscal y vanas promesas de un futuro basado en la supuesta pujanza de un sector exterior que se beneficiaría de la competitividad derivada de la precarización del empleo.

En los últimos tiempos, el FMI parece querer desmarcarse del resto de la troika y ha empezado a reclamar, tarde y mal, la aplicación de políticas anticíclicas y expansivas. Pero, ¿cómo se ponen en práctica sin conocer con certeza la situación real de la banca y los mercados financieros que son los circuitos por los que tiene que circular el dinero?

Por eso, antes de hacerlo se necesita definir una verdadera autoridad de supervisión con poder suficiente para tomar las riendas del proceso de saneamiento. Y listar con todo lujo de detalles las operaciones vivas de derivados financieros para conocer con exactitud la magnitud del riesgo. Si eso no se lleva a cabo, los ciudadanos seguirán sentados sobre un barril de pólvora financiera que puede volver a estallar en cualquier momento.

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