El presidente del Barça ha debido pensar que goles y clamores son la misma cosa y que si le aplauden por hacer triplete es una condición suficiente para empezar la carrera política. Otros, como Gil, también equivocaron goles con votos y urnas con penaltis, cuestión que a Laporta le tiene al pairo porque ya ha hecho su campaña de imagen a costa del club.
Pudiera suceder que los socios y simpatizantes del Barça que no sean nacionalistas pensaran que Laporta utiliza el club para sus intereses. Y que el Barcelona pague con silbidos lo que su presidente tiene como ocurrencias, por ejemplo afirmar que España castiga a Cataluña, una afirmación que al presidente de Cantabria le dejó las anchoas heladas. Laporta quiere ser un radical libre de los que chuta con la izquierda y empuja en el área. Se ha debido gustar en la foto de chico “malote”.
El fútbol puede que lo ocupe todo pero hacer de un presidente un candidato a la política parece algo extraño, es como si Florentino Pérez se presentara a la presidencia de la Comunidad de Madrid, o Raúl a la del Ateneo, o Norma Duval a la Academia de la Lengua. No hay coherencia entre carrera y resultado, no hay un hilo argumental que sostenga a Laporta más que su pasado, (cuando lo tenga), como presidente de un club de fútbol.
Laporta busca heredar el bigote de Carod Rovira y aspirar a la independencia auque de momento se conformaría con ganar la Liga este año.
