Papeleras chivatas

Opinión

Papeleras chivatas

Diego Carcedo, periodista

Llevo diciéndolo desde hace la tira de tiempo: nos espían por todas partes, por tierra, por mar, por aire y ahora, ¡válgame Dios!, desde la basura. La basura siempre fue una pista para los investigadores, por eso se inventaron las máquinas para triturar documentos. Pero lo que no sabíamos, acabamos de descubrirlo, que también las papeleras se chivan de nuestros movimientos y chácharas.

En Londres, donde el espionaje siempre ha sido un motivo nacional de orgullo, el personal que se mueve por la City con la mosca tras la oreja ya ha localizado a doce papeleras – seguramente habrá más, claro — de inofensiva apariencia que estratégicamente colocadas registran y transmiten a donde proceda las conversaciones de los peatones y sobre todo sus peroratas telefónicas en voz alta.

La gente con el teléfono en ristre se confía que es una barbaridad, se olvida de que cuando se quiere que algo no se sepa hay que evitar pensarlo, y raja a voz en grito sin mirar a los lados como si todo el mundo alrededor estuviese sordo o no hubiese curiosos con las antenas puestas en las palabras ajenas. Por eso parece que las papeleras chivatas de Londres estaban instaladas con mucha inteligencia.

Es decir, en lugares de mucho y agitado movimiento de ejecutivos, políticos y periodistas, colectivos que son sin dudas los que más información pueden manejar y aportar en sus confidencias. Las papeleras chivatas parece que son hasta un buen elemento para que los cónyuges celosos puedan seguir de cerca la fidelidad de sus parejas que con esto de la telefonía móvil casi todo lo tiene más fácil para saltársela.

Al Madrid de Ana Botella no consta que haya llegado ya esta intromisión británica en las vidas ajenas, pero tampoco es cuestión de confiarse demasiado, porque ya sabemos que el ejemplo de lo malo cunde que es un primor. Por la calle, por teléfono en voz susurrante. No hay que dar demasiadas facilidades. Lo que hablamos, en el tono que sea, o lo que escribimos en el whatsapp ya queda grabado en algún rascacielos de Nueva York o por allí cerca.

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