La vuelta a la normalidad tras el paréntesis de agosto aparece salpicada por algunas declaraciones que, al menos en términos económicos, no se corresponden con la realidad que definen los hechos. Aunque pudiera ser también que los hechos demuestren un exceso de tozudez y se resistan a cambiar más rápido para que el panorama general se corresponda con la visión, en ocasiones excesivamente optimista, que se desprende de algunas declaraciones. En este sentido, algunos observadores se empiezan a manifestar con escepticismo frente a la letanía de frases en las que se repite que «lo peor de la crisis ya ha pasado».
Buena parte de estos augurios se basaron en las informaciones que parecían indicar que el sector financiero estadounidense empezaba a dejar atrás la crisis. Esa idea empezó a adquirir características de axioma y sirvió para apuntar que la recuperación económica estaba casi a la vuelta de la esquina. Ahora parece que no que la mejoría observada en una primera lectura de los datos de la gran banca quizá no era tal. O, cuando menos escondía matices inquietantes.
