Sacaba The Economist -que es como una especie de Biblia económica- un artículo preguntándose por el PSOE y, más en concreto, por Alfredo Pérez Rubalcaba. Que dónde están. Que qué hacen. Que por qué en las encuestas siguen por debajo del PP en intención de voto (23% tienen los socialistas, frente al 24% de los populares).
Mi jefe, al enterarse, ha dicho que tampoco hacía falta que The Economist contase nada de eso, porque ya se sabe desde hace meses. Y es que los socialistas tienen un problema mayúsculo. Un problema que encierra dos vertientes: mensaje y liderazgo.
Primero: ¿quién puede liderar ese partido? Rubalcaba, desde luego, no está capacitado si quiere que el PSOE tenga un mínimo de credibilidad; a fin de cuentas él fue parte de un Gobierno, el de Zapatero, que fue el que comenzó a meter la tijera. Por lo tanto, ni él ni su tropa, «que se comenta sola» dice mi jefe, pueden aspirar a lanzar un mensaje sólido que sea aceptado por la ciudadanía a la que quieren, o dicen, representar.
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Rubalcaba no puede seguir al frente del PSOE
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