Botella verso suelto

Opinión

Botella verso suelto

Se marchó Gallardón del Ayuntamiento pero dejó los fantasmas por los pasillos del Palacio de Cibeles y todos persiguen a Ana Botella. La alcaldesa lleva un año difícil en su despacho, algunos dan por descontado que no se presentará en las siguientes municipales y muchos creen que ni siquiera llega. Y no es que la cama se la estén haciendo desde Sol o en la primera planta de Génova, (en la que está el despacho de Aguirre como presidenta regional), o desde la oposición, es ella misma la que pone las trampas y luego cae en ellas. Mantener a Villanueva, apoyado con entusiasmo por “El País”, era un peligro como ha quedado demostrado.

La pésima gestión del Madrid Arena y la sucesión de grabaciones en las que se muestra el caos del SAMUR no hacen más que añadir hierba seca a la hoguera en la que la alcaldesa está de pie. Su reacción entonces fue mala pero su gestión posterior tampoco ha sido para recordar, si Lizzavetzky hubiera estado más atento podría haber aprovechado la comisión de investigación para hacer las preguntas que luego se han hecho en los medios de comunicación; la oposición municipal también tiene algo de aluminosis en las caderas, le falta un hervor.

Botella es responsable política de algo que en su partido han calificado como eficaz golpe de timón para hacerse con las riendas. Ya veremos si Flores no canta ante el juez y no solo recuerda su amistad con el expulsado Villanueva si no con otros destacados prebostes madrileños.

Es todo caótico, espeso y municipal. El año de Botella al frente está marcado por peleas internas y por recaudar impuestos hasta de la basura de las plazas de garaje. No es fácil gobernar un Ayuntamiento como el de Madrid en época de crisis, Gallardón lo dirigió cuándo a los perros los ataban con longaniza. Ahora el “verso suelto” es la alcaldesa, alejada del PP y enfrentada a sus viejos compañeros de viaje: Villanueva, Pedro Calvo y el hermanísimo De Guindos al que le ha recortado competencias. Le queda enrocarse en la almena en la que tiene el despacho a la espera de que vengan tiempos mejores. De momento lo tiene crudo porque desde la ventana solo ve niebla, como si alguien hubiera encalado el futuro.

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