¿RESERVAR? NO HACE FALTA

Opinión

¿RESERVAR? NO HACE FALTA

La crisis, que algo bueno tendría que tener, nos está librando del engorro de tener que reservar. Hace unos días cerró una base telefónica dedicada a efectuar reservas en restaurantes y espectáculos. No hubo explicaciones ni nadie las pidió, pero parece evidente que la razón haya sido la disminución de la actividad. En un pasado reciente la frase más escuchada ante las salidas era “hay que reservar”, pero ahora ante la pregunta “¿reservamos?, la respuesta que se repite es “no, no es necesario. Seguro que hay mesa”. Mesa o butaca o localidad. Los recitales veraniegos de los grandes cantantes se celebran con gradas vacías. Hasta la Opera de Salzburgo, siempre con el recuerdo de Mozart, este año ofrece la posibilidad de entradas de última hora sin problemas No se recuerdan tiempos semejantes. En los toros llena, según cuentan, sólo José Tomás. Los profesionales de la reventa están pasándolas canutas. No hay demanda de localidades cuando las taquillas las ofrecen a su precio. En los hoteles, ¡y estamos en agosto!, suele haber habitaciones libres todos los días de la semana, sábados incluidos. También los puticluberos se quejan de la escasez de clientes. La más vieja profesión ni bajando tarifas consigue enderezar sus prestaciones. Con la crisis parece que también se folla menos, cuando menos cuando hay que pagar por ello. En las barracas de feria lo notan también. Las norias y coches de choque hay días que no recaudan ni para pagar la electricidad. “Hasta los niños se retraen — aseguraba un feriante –. Pasan mirando con cara de desconsuelo pero no exigen a padres o abuelos como antes que les suban a las atracciones”. En cambio se ve más gente llenando garrafas en las fuentes públicas y los fines de semana más comidas campestres en las orillas de los ríos o a la sombra de los puentes, donde, ahí sí, empieza a hacerse necesario reservar previamente.

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