El año sin debate

Opinión

El año sin debate

Me llega — con un buen retraso por cierto — a esta capital extranjera donde sigo con mayor detalle los pormenores de la crisis en el país en el que estoy de visita — por supuesto nada que se parezca a la bonanza económica que se disfruta en el nuestro –, la noticia de que Mariano Rajoy no va a convocar este año el debate, que yo creía preceptivo, sobre el estado de la nación. Se trata sin duda de una decisión que revela un profundo respeto democrático a la sociedad española y su derecho a estar informada de la situación en que nos encontramos. Si el estado de la nación es bueno — qué digo bueno ¡excelente! –, para qué coño hay que perder tiempo en debatir nada, habrá pensado el Presidente. Lo que procede es creernos todo lo que luego no veremos y aguantar con buena cara aunque caigan chuzos de punta sobre nuestras cabezas.

El Presidente, cuya gestión transparenta siempre una brillante y remolona opacidad, no tiene ganas de perder su valioso tiempo informando a los ciudadanos de tantas noticias buenas como saltan a la vista y mucho menos de debatir con los políticos de la oposición que a buen seguro no regatearían elogios a su labor y al éxito internacional de sus gestiones de manera machacona. Esas cosas son para otros lugares y otros tiempos, mayormente cuando la gente se siente agobiada por el desempleo, la pérdida del poder adquisitivo o el deterioro de los servicios públicos. No es el caso ni de España ni de los españoles; aquí todo marcha bien y serían ganas de incordiar ofreciéndole a la gente debates .cuando lo que realmente quiere es ser feliz admirando en la tele a Belén Esteban.

Sólo faltaba que en el debate, si se celebrase — que ya sabemos que no — alguien se interese por chorradas como la prima de riesgo, el rescate de los bancos mal gestionados o el impacto de la feliz reforma laboral, que está facilitando que las colas ante las ventanillas del INEM no paren de crecer, en la evolución del empleo. Mejor, sí, estar callados y quien quiera debatir sobre lo divino o lo humano, porque para todo suele haber opiniones, que lo haga confortablemente en su residencia familiar preferentemente con la suegra.

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