Vuelven las medusas

Opinión

Vuelven las medusas

Llega el calor, que este año la verdad es que apenas se echó de menos ni en invierno ni en primavera, y con el sol, aumentan las ganas de revolcarse en la arena y zambullirse en el mar a refrescar que además, de momento al menos, — y no demos ideas — es gratis: pero la alegría nunca es completa en casa de los pobres, y el mar, nuestro mar, también parece empeñado en incorporar problemas a nuestro bienestar capitidisminuido y a nuestro cúmulo de desgracias contemporáneas, mayormente económicas unas pero de los más variados géneros otras.

Y es que el mar se anticipa esta temporada salpicado de medusas, esos malditos animalejos casi invisibles entre las olas que a poco que nos confiemos pueden arruinarnos el baño, ponernos la piel como un cristo, hacernos ver las estrellas de escozores y conseguir que nos acordemos de estas vacaciones con resquemor por algún tiempo. Las medusas son un incordio reciente que con el cambio climático se ha adueñado de amplias zonas del Mediterráneo y nadie acierta cómo exterminar.

A veces los indicadores de la playa avisan del peligro pero otras no, surgen de improviso y atacan con impunidad desde la cercanía de nuestras brazadas. Los expertos las achacan a las temperaturas más altas del agua, pero los hechos empiezan a desmentirlo. Por lo que me cuentan mis espías infiltrados en el Cantábrico, también han aparecido medusas en las costas asturianas donde no se puede decir que las aguas sean templadas. La gente de mi pueblo, harta de partes meteorológicos adversos, ahuyentadores de turistas, lo lamentan y hasta maldice.

Los problemas nunca vienen solos y la verdad es que por las picajosas medusas no preguntaba nadie. Yo las conocí y sufrí en las playas de los Estados Unidos donde los sanitarios de guardia palian sus efectos dándoles a los afectados refriegas con un entrecot o solomillo de vacuno. Es un poco asquerosillo, desde luego, pero puedo dar fe que mucho más eficaz que cualquier medicamento al uso.

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