Los bordes de Europa

Opinión

Los bordes de Europa

En el Reino Unido se han tomado bastante mal que la reina doña Sofía no acuda al jubileo de Isabel II. El ministro de Asuntos Exteriores lejos de estar preocupado se muestra muy contento porque este asunto se enmarca dentro de las “tradicionales malas relaciones” que mantiene España con el Reino Unido. Lo dice Margallo y se queda tan pancho. Uno podría pensar que la diplomacia consiste en limar asperezas no en consolidarlas en letras de molde.

Más allá de que “Hola” se haya perdido una buena portada y un reportaje interior de lujo y brillo de diamantes, preocupa que seamos “los bordes de Europa”, aquellos que no sólo se llevan mal con los vecinos sino que además hacen gala de ello y se divierten. La excusa es Gibraltar, ese litigio nunca resuelto, pero en el fondo nos viene muy bien echarle siempre la culpa a los otros tanto en diplomacia como en economía. Si algo no nos gusta entonces decimos que la culpa es de Merkel que nos tiene manía, todo menos admitir nuestros fallos.

Cabe preguntarse si este nuevo capítulo de inquina hacia la “pérfida Albión” es un espejismo de Margallo o una realidad callejera, pero lo cierto es que no he escuchado que en las radios hayan dejado de emitir música en inglés, ni que hayan prohibido rotular “pub” y cambiarlo a bar, o que en este momento se esté construyendo una nueva Armada Invencible en los astilleros, (tan sólo los preparativos nos vendrían muy bien para potenciar una industria en crisis permanente). Al final este enfado de Margallo con los británicos porque el príncipe Andrés va a visitar Gibraltar lo termina pagando doña Sofía que se queda sin viaje para ver a parte de su familia que reina allí.

Pues que tomen nota en Bruselas porque si no nos gustan esos dos contables que nos han enviado rompemos relaciones con la Unión Europea y desenterramos el espíritu de los Tercios de Flandes para darnos de leches con los flamencos. Y ojo porque en dos semanas tenemos Eurovisión y, caso de no salir ganadora Pastora Soler, podemos enemistarnos con todo quisqui. Acabaremos poniendo unos carteles muy grandes en las fronteras: “peligro: español suelto”, y quién se quiera aventurar a pasar que lo haga pero que se atenga a las consecuencias porque a bordes no nos gana nadie.

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