Reivindicando el taco

Opinión

Reivindicando el taco

Todo llega en la vida y, ¡por fin!, la ciencia reivindica las palabras malsonantes que decían los cursis, el taco, vamos, que decimos los brutotes El taco estaba mal visto en el pasado – nunca oldaré cómo me abroncó mi padre por decir coño delante de una señora enguantada –, como ocurría con tantas cosas buenas, pero eso empieza a ser historia.

El taco, además de facilitar una expresión fluida y sin rodeos, reduce el dolor. Un ¡joder! a tiempo disminuye los efectos del golpe en la cabeza, el trauma en la rodilla y hasta en pinchazo en la vena. Un remedio fácil y alcance de cualquiera. No requiere receta médica ni visita a la farmacia. Y no lo digo yo, que hace mucho tiempo practico la inelegancia social del taco fácil y grosero, lo dicen unos sesudos investigadores de la Universidad de Keele, en el Reino Unido, después de prolongadas investigaciones y dolorosos experimentos. Al director de la investigación, el doctor Richard Stephens, se le ocurrió estudiar la relación entre un golpe mal dado y un taco a tiempo cuando estaba construyendo un cobertizo y se aplastó un dedo con el martillo.

Lo que entonces exclamó no consta en el estudio, pero recórcholis parece que no fue. Para comprobar su impresión pidió a 64 de sus alumnos que metiesen las manos en agua helada y resistiesen cuanto pudieran repitiendo una palabrota gruesa, y la conclusión fue, tomen nota: los buenos de los alumnos, cuando repetían una palabrota de diccionario celiano aguantaban dos minutos y cuando se quedaban callados, sin reaccionar verbalmente, apenas un minuto y cuarto.

Por lo tanto, la cosa quedó bastante clara para sentencia. Si este verano nos pica una avista o en el agua nos roza una medusa, algo que Dios no quiera, ya saben, un ¡coño!, un ¡cojones!, un «¡su puta madre!», o un ¡hostias! a tiempo, en seco, firme, no vamos a decir que sea una victoria, pero si un paliativo de la derrota que acaba de infligirnos en bichejo. Un taco a tiempo nunca será desdeñable.

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