Prohibido ser pobre

Opinión

Prohibido ser pobre

Hay políticos por ahí que quieren prohibir la existencia de Dios y políticos, como al alcalde de Madrid, que quieren prohibir la existencia de pobres. Yo esta última idea la veo bien siempre y cuando la prohibición lleve implícita una fórmula para que los pobres de solemnidad puedan librarse del estigma de la pobreza. Ruiz Gallardón es consciente, sí, de que los mendigos pidiendo limosna, representantes de la pobreza extrema, afean las calles de la capital, y cara a las elecciones quiere que calles y plazas se exhiban alegres, optimistas y esplendorosas. Para ello pretende adoptar medidas para lograrlo. Medidas, no, medida, porque a primera vista sólo hay una posible y es que los mendigos renuncien por las buenas o por las malas a la caridad ajena, el único recurso que les queda para sobrevivir, y se marchen con su pobreza a otra parte, quizás al cementerio que es donde van prematuramente los que se quedan sin sustento. Habría otra forma, que es que el Ayuntamiento les proporcione una vivienda y les asigne una cantidad regular que les permita dormir bajo techo y comer todos los días. Pero eso no parece que sea la solución que el alcalde contempla. Pedir limosna en las esquinas debe resultar desagradable y, aunque hay quien opina lo contrario, poco rentable. No creo que haya muchas personas que lo hagan por gusto personal. Detrás de cada caso hay una historia triste, de mala suerte y desgracias, que invita a la solidaridad de los demás. También hay un alarde admirable de ganas de vivir aunque sea sin esperanza de tiempos mejores ni ilusiones futuras. Quienes se encuentran en esa triste situación, seres humanos como todos los demás, merecen cuando menos que se reconozca su derecho primero a existir, después a ser pobres y finalmente a no ocultarlo aunque su imagen no brille por sus valores estéticos. La mejor prueba es que en la inmensa mayor parte de las grandes ciudades, Singapur al margen, los mendigos gozan de tolerancia, de comprensión hacia sus penurias, y del respeto como personas cuyo único mal es no haber tenido suerte con la fortuna.

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