Ahora, a dieta

Opinión

Ahora, a dieta

Ha terminado agosto y parece que la prórroga soleada se agota, así que va siendo hora de adaptarse al curro y, en las horas de comer, a ponerse a dieta. Los bikinis y bañadores han dado de sí todo lo que las cañitas en el chiringuito propiciaron y ahora vuelve a la báscula la cruda realidad. La experiencia ratifica que a pesar de la crisis, que tanto frena las comilonas, ponerse kilos sigue siendo más fácil que perderlos. Esto del peso, que tanto obsesiona al personal, es como la guerra: se entra fácil pero salir se vuelve imposible. Que le pregunten a Obama. Ahora, en el comienzo de curso toca adelgazar y quien más quien menos ensaya alguna de tantas dietas como circulan por las revistas del ramo. Ninguna fácil y ninguna milagrosa. Las mejores dan resultado unas semanas y devuelven el cuerpo a su estado primitivo en cuanto se abandonan o se saltan por una vez, actitud que enseguida se convierte en hábito. Hay sociedades que todavía valoran la obesidad como un valor estético apreciado. La nuestra, no: la nuestra considera que estar gordo empaña la imagen aunque hay muchas personas importantes metidas en kilos y no por eso renuncian a triunfar. Hay tres fechas en el calendario para empezar a cumplir el propósito de adelgazar. Una es por año nuevo, cuando se siente la necesidad de librarse de los excesos gastronómicos navideños; otra, en las vísperas estivales, cuando el espejo alerta de que con esos michelines no se puede una/o asomar a la playa, y la otra es ahora, precisamente estos días, cuando la moda otoñal que dificulta meterse en las blusas y pantalones que se van a llevar en la temporada. Los modistos y sastres son unos sádicos que no se casan con las debilidades ante la mesa y cada vez aprietan más las costuras de sus creaciones. Así que ya se sabe: en los próximos tiempos, nada de cocido, ni de paella ni de fabada: a lechuga y filetes de pavo a la plancha todo bien regado, eso sí, con agua del grifo.

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