«Balconing», deporte del verano

Opinión

«Balconing», deporte del verano

Si se quiere estar al día en estas fechas de pescaíto frito y cañas frías con vistas al mar, hay que practicar el balconing. Lo demás son tonterías. Las noches en la costa son muy largas, las discotecas aburren a las ovejas, ligar ya no mola y las madrugadas se prolongan insoportables si no se recurre a alguna emoción fuerte. La última, la que se está imponiendo entre los jóvenes más jóvenes, es el balconing. El término es una mezcla de español e inglés y consiste, más o menos, en ejercitarse por los aires sin más alas que los brazos ni otros medios para la navegación aérea de corto radio. La cosa consiste en algo tan sencillo y tan antiguo como es la práctica del salto en el vacío, tal y como a veces vemos en las películas pero, claro, sin red de protección y en la mayor parte de los casos sin cualidades ni práctica de funambulismo. La hora ideal para el balconing son las cinco del nuevo día, cuando la luz empieza a asomar por el horizonte, y el lugar perfecto, un hotel de amplia capacidad con las ventanas decoradas con toallas humedecidas y mirando a la piscina. Los practicantes necesitan un estado de ánimo eufórico y una densidad de alcohol en sangre suficiente para perder el permiso de conducir de por vida. Suelen mediar apuestas, pero eso es lo de manos. Lo importante en el balconing es competir y competir consiste en saltar de unas terrazas a otras, agarrarse a los barrotes y trepar a las habitaciones ajenas. Más complicado, pero no menos apreciado, es el salto desde la terraza volando a la piscina. Lo malo es que en el trayecto muchos practicantes hacen caso a la ley de la gravedad y se dan con el body en el pavimento y con sus heridas, fracturas y contusiones en urgencias para que la Seguridad Social les costee los desperfectos. Mallorca e Ibiza son las avanzadas del balconing. Los hoteleros están preocupados y ya han hecho reformas para dificultar los vuelos nocturnos desde sus terrazas, ventanas y balcones. En lo que va de agosto son treinta los practicantes de este deporte propio de niños pijos y prematuramente borrachos.

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