A vueltas con la soberanía

Tribuna Especial 25 Aniversario

A vueltas con la soberanía

Jokin Bildarratz, político del PNV exalcalde de Tolosa y presidente de EUDEL.

Parece que se avecinan tiempos de cambio. La victoria de Donald Trump en los Estados Unidos y el proceso de elección presidencial de los republicanos franceses del pasado domingo, con Nicolas Sarkozy, Alain Juppé y Françoise Fillon como candidatos, parecen anunciar, a tenor de sus propuestas conservadoras, el fin de la globalización política Parece que se avecinan tiempos de cambio. La victoria de Donald Trump en los Estados Unidos y el proceso de elección presidencial de los republicanos franceses del pasado domingo, con Nicolas Sarkozy, Alain Juppé y Françoise Fillon como candidatos, parecen anunciar, a tenor de sus propuestas conservadoras, el fin de la globalización política y el inicio de una era de nacionalización, de seguridad nacional y de cierre de fronteras.

Resulta evidente que, de unos años a esta parte, se está debilitando el proceso de integración de la Unión Europea, y se está produciendo un cuestionamiento de la idea de soberanía compartida, que es la que ha predominado en los años 90 y comienzos del 2.000 en el proceso de integración europeo. Dicho sea de paso, el concepto de soberanía probablemente sea uno de los términos más utilizados en la larga historia de la política; ha sido y es un concepto asociado al poder: dominio.

Una de las primeras reflexiones que tenemos que visualizar es que en cuanto una comunidad política -por ejemplo, un Estado- llega a un acuerdo con otra realidad política -otro Estado- hay una pérdida en el ejercicio de derechos de soberanía por parte de ambos, porque han decidido compartir algo; evidentemente esto es positivo. Estados que deciden compartir algo y asociarse para ser más eficaces.

El desarrollo de la integración europea ha ido restando ámbitos de decisión de carácter individual-estatal a los Estados Miembros que participan en el proyecto de la Unión Europea, en favor del colectivo. Tal y como estableció el Tribunal de Justicia europeo, al haber existido una atribución de competencias y de su ordenamiento jurídico por parte de los Estados en favor del comunitario, ello implica una limitación definitiva de su soberanía por parte de cada uno de los Estados que han realizado esa atribución de competencias. Ello quiere decir que, una vez sustanciada esa situación, no va a poder prevalecer un acto posterior por parte del Estado que sea compatible con el concepto de Comunidad Europea.

Podemos afirmar, como conclusión a esta reflexión, que se produce una transferencia de atribuciones de los Estados a la Comunidad, una transferencia de competencias de los Estados hacia la Unión; entendida la competencia como el ejercicio práctico del poder o del desarrollo de la soberanía misma. Esta atribución se produce de manera voluntaria e indefinida en el tiempo, lo que quiere decir que se produce de forma irreversible; los estados realizan una entrega definitiva de su soberanía en todo lo concerniente a las competencias que atribuyen a la Unión y evidentemente eso es algo muy positivo.

Otra cuestión bien diferente es lo acontecido con el Reino Unido y el Brexit; en este sentido, el artículo 50 del Tratado para la Unión Europea concreta: “Todo estado miembro podrá decidir, de conformidad con sus normas constitucionales, retirarse de la Unión”. Esta es una situación que parece que se va a producir en unos años en Reino Unido, si nadie lo remedia.

Estamos viviendo un debilitamiento del proceso de integración de la Unión, y es justamente el concepto de soberanía -el querer retrotraernos a los años 50 y la creencia de que la soberanía debe residir exclusivamente en el Estado- el que creo que está provocando la quiebra de este proceso. Los líderes políticos de los Estados Miembros están más preocupados de los procesos electorales internos que les están tocando vivir que de alimentar la Unión Europea; y la única manera de construir la Unión es desde la generosidad; es decir desde la atribución de la soberanía desde los estados hacia el colectivo, la Unión.

Sin embargo, esta generosidad no se está alimentando desde las fuerzas políticas europeístas, algo que, sin embargo, sí están consiguiendo las fuerzas contrarias a la Unión. Con discursos populistas -demagogia, más falsedades, más irresponsabilidad-, hacen ver un imaginario imposible de crear.

Que la Unión no prosiga en su proceso de integración sería debilitar el proyecto de los estados, y perder espacios de competitividad y eficacia ante regiones que ya se prevén mucho más fuertes que nuestra debilitada Europa. Realidades como la asiática, la estadounidense… son realidades de regiones muy fuertes y con mucho potencial, tanto económico como militar.

Europa no puede quedarse en tierra de nadie; porque la vuelta a los estados-nación es un imposible que lo único que va a generar es frustración en el debate y una gran debilidad en este mundo global.

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