Tiempo de encuestas

Elecciones generales

Tiempo de encuestas

Vivimos tiempos de encuestas, tal parece que los institutos demoscópicos se han convertido en la industria nacional. Vivimos tiempos de encuestas, tal parece que los institutos demoscópicos se han convertido en la industria nacional. Todos los medios de comunicación y todos los partidos se están gastando la pasta para que los modernos adivinadores les adelanten quien va a ganar las elecciones y, por supuesto, quien va a perderlas. En todos los países democráticos en vísperas de elecciones se hacen encuestas y se publican los pronósticos, en esto no somos originales, pero en España para mí que nos pasamos como en otras muchas cosas y en eso sí que somos diferentes.

A diario nos encontramos con encuestas tan variadas como contradictorias la mayor parte de las veces. Las hay a gusto de todos los consumidores lo cual les vuelve a veces algo sospechosas. ¿Para qué sirven? Pues una buena pregunta: a los partidos para utilizarlas en sus estrategias de propaganda y en los medios para calmar un poco la espera de la jornada electoral proporcionando combustible para el debate. Para nada más, por eso no faltan quienes las consideran una forma de masturbación mental, por muy irreverente que la comparación parezca.

Porque, aparte de las contradicciones que reflejan los pronósticos, una prueba evidente de que son apreciaciones parciales -no quiero pensar que los resultados vayan incluidos en el presupuesto del encargo-, la noche electoral siempre acaba desmintiendo una buena parte de los sondeos de las vísperas. Incluso las encuestas que se efectúan durante la votación a la puerta de los colegios para ser difundidas inmediatamente después de su cierre, fallan más que una escopeta de feria.

Nadie duda que los estudios sociológicos son interesantes y cuando se trata de opiniones políticas incluso más. Pero hay que reconocer que las encuestas prelectorales hechas con la soltura de cuerpo que algunas reflejan, en muchos casos carentes del rigor necesario en el fondo y en la forma, merecen muy poco crédito. No es normal que la intención de voto de los ciudadanos cambie con tanta facilidad de un día para otro y mucho menos en una misma jornada.

Si hacemos recuento del número de encuestas que se vienen divulgando en España en los últimos doce meses, la conclusión es que ya se ha preguntado qué van a votar a la práctica totalidad de los españoles, excluido un servidor. Lamentablemente nunca he tenido la oportunidad de responder a ninguna, con lo cual me siento bastante discriminado. Además, tampoco conozco a nadie de mi entorno que lo haya hecho.

Pero no desespero. Sé que hay por ahí miles de encuestadores abordando al personal para llevarles frescos los datos a los cocineros que luego nos los servirán convertidos en escaños, y alguna vez me tocará. Responderé con gusto porque soy de los que siguen todas las encuestas que llegan a mi poder, las miro, muevo la cabeza, comparo y me digo: “Bueno, el 26 J ya veremos”.

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