Carlos Humanes y Cuba

Opinión

Carlos Humanes y Cuba

Uno de los grandes méritos que Carlos logró cosechar en su vida profesional tuvo lugar en Cuba.

La primera ocasión en que puso un pie en la isla fue a principios de los años 90, cuando un grupo selecto de unos 40 periodistas viajó en el vuelo inaugural de Air Europa desde Vitoria hasta Varadero. El Boletín, diario vespertino madrileño de actualidad y finanzas, comenzaba a gatear por su propia cuenta, en un mundo de grandes grupos editoriales y de feroz competencia.

Humanes se destacaba entonces por su poca locuacidad en comparación a otros que no cesaban de preguntar y comentar desde los quehaceres de Fidel Castro hasta el alto vuelo de esas aves locales de rapiña denominadas “tiñosas”.
Se le notaba reflexivo ante todo lo que escuchaba y veía. Cuando tenía alguna duda se acercaba a uno de los dos periodistas cubanos que acompañaban al grupo invitado y formulaba la interrogante de la manera más sencilla posible, sin grandes vericuetos de palabras para no recibir una respuesta equivocada.

Cuando concluyó el tour por algunos polos turísticos de la región occidental de la isla, Humanes marchó a Madrid con el objetivo de apostar por Cuba, una isla que había logrado despertar en él más de un propósito profesional y personal.

Poco tiempo después logró fijar corresponsalía en esta parte del Caribe, a la que viajaba tres y cuatro veces en el año. No hubo funcionario cubano o alto responsable de los destinos económicos y políticos que apreciara su sinceridad y puntos de vista.

Tales fueron los casos de José Ramón Balaguer, número uno del departamento Ideológico del Comité Central del Partido Comunista, o la ministra para la Inversión Extranjera, Marta Lomas, el ministro-presidente del Banco Central de Cuba, y viceministros de Relaciones Exteriores, Turismo, Economía, entre otros.

Muchas de las ideas de Humanes ante esas personalidades, de las que fui testigo presencial, forman parte hoy del proceso de remodelación o reformas económicas que vive el país.

Al inaugurarse en 1994 el hotel Meliá Cohiba, desde el primer día ya estaba en Planta Real El Boletín de la Habana con el mismo formato de su padre mayor El Boletín. Eran cuatro páginas diarias con información actualizada de economía, finanzas y bolsa, entre otras opciones, que muy pronto ganaron seguidores en el resto del hotel y fuera de él, en empresas españolas y embajadas.

Humanes y sus colaboradores cubanos siempre fueron muy cuidadosos con el tema Cuba y también estuvieron muy cerca de llegar a empeños mayores para lograr una cobertura nacional previo beneplácito de las autoridades locales que dieron luz verde para la compra de todo el equipamiento necesario.

Sin embargo, en la edición 266 llegó la orden de cierre con argumentos poco sostenibles. En realidad, no se podía mantener un medio que no estuviese bajo control y de ello se preciaba El Boletín de La Habana. Carlos no se desalentó. Era en extremo optimista. “Ya será”, dijo.

Poco tiempo después, en 1997, nació en Madrid la publicación Cuba Económica, que en su fundación contó con la presencia de Carlos Lage, entonces secretario del Consejo de Ministros y vicepresidente de facto del país. Lage fue destituido de sus funciones en marzo de 2009 junto al canciller Felipe Pérez Roque.

Cuba Económica constituyó, y aún lo es, un necesario referente para empresarios españoles establecidos en la isla y aquellos que entre sus planes está invertir en Cuba o sencillamente conocer el acontecer y la realidad y perspectivas económicas del país.

Humanes fue una suerte de puente. Gracias a sus cualidades, la Asociación de Periodistas Europeos, capitaneada por Miguel Ángel Aguilar, realizó uno de sus seminarios en Cuba.

Importantes empresas que se establecieron aquí como Argentaria, Caja Madrid, Tabacalera, Telefónica y Hoteles Tryp, entre otras, prestaron debida atención a sus criterios y recomendaciones.

En Cuba serán muchos los que le recordaremos. En los archivos, los 266 ejemplares del primer diario confeccionado por cubanos y españoles sin ninguna suerte de tutela.

Un mérito que sólo a él le pertenece.

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