Podemos enseña sus armas

Detrás de la cortina

Podemos enseña sus armas

El partido de Pablo Iglesias reúne a más de cien mil personas en Madrid para abrir su año electoral decisivo Por si alguien lo dudaba, Podemos demostró ayer en una multitudinaria manifestación en Madrid que hace ya tiempo que han dejado de ser un partido virtual. El movimiento político de Pablo Iglesias ya tiene perfectamente desarrollada su personalidad ‘analógica’ y por eso puede permitirse demostraciones de fuerza como esa. Hay una maquinaria perfectamente engrasada capaz de congregar en un lugar, un día y a una hora, a más de cien mil personas procedentes de toda España sin que sea necesaria una reivindicación concreta que facilite su movilización.

Existen ya esos círculos territoriales aglutinadores e incluso, en algunas grandes ciudades, como la capital de España, por ejemplo, hasta hay locales de encuentro situados en los barrios clave. Y, por supuesto, se parecen como gotas de agua a las viejas ‘agrupaciones’ que articularon y articulan a los partidos tradicionales. Eso sí. Hoy por hoy, estos puntos de encuentro permanente, que han recibo el nombre de casas ciudadanas, tienen muchísima más vida y actividad que los decadentes emplazamientos de sus rivales, afectados por su descrédito como organizaciones que ha convertido a su militancia en un conjunto decreciente.

Estamos hablando, por lo tanto, de una verdadera estructura cohesionada y que, a diferencia de otras máquinas similares en perfecto funcionamiento a día de hoy -también capaces de conseguir concentraciones masivas, como las organizaciones civiles que impulsan el soberanismo catalán- se encuentra integrada en un partido político existente, en una marca concreta con líderes visibles y un fundamento ideológico común, que, además va a presentarse a las próximas elecciones, a todas y cada una de ellas, y aspira a ganarlas. Tanto, que busca un formato y unas candidaturas distintas en cada caso para hacer posible la victoria.

Sea compitiendo con su marca o sutilmente embozado en esas candidaturas de unidad popular con las que acudirán a las municipales. Listas que como ha repetido hasta la saciedad Iñigo Errejón, en ningún caso serán sopas de siglas. Y no lo serán, sobre todo, porque al no tener el formato de coalición tradicional, por el que abogan, entre otros, los miembros de IU de Madrid contrarios a la convergencia, serán por completo marcas blancas de Podemos. Con la ventaja de que podrán incorporar a políticos de izquierdas, populares en sus ciudades que no al no pertenecer al partido, no podrán aspirar a variar su orientación política con la fuerza obtenida gracias a los votos de sus conciudadanos.

Hay también algunas carencias. Todavía se ve la tramoya que existe detrás de la escenificación de la obra. Y un exceso de mensajes simplistas que suelen abusar de la frase hecha. De esos latiguillos que se han instalado entre un público activista que sí, es evidente, ha llegado a ellos a través de los programas de televisión en los que aparecían. Por eso tendrán que hacer bastantes ajustes en los próximos meses.

Pero sólo serán eso, ajustes, porque lo fundamental, la capacidad de ilusionar a las legiones de desencantados que habían dado la espalda a la política, está ahí. Y esa característica, hoy por hoy, sólo la poseen Pablo Iglesias y los suyos. Ni siquiera los votantes más ‘hooligans’ del PP, el PSOE o IU pueden dirigirse a las urnas con la cabeza alta y exhibiendo papeleta. Los de Podemos sí.

Aún así, da la impresión de que los líderes de este nuevo partido tienen todavía un problema serio con al arsenal simbólico que manejan. Y ya se sabe que, los gestos, los emblemas y los eslóganes son el cemento necesario para consolidar la unidad de las masas. De momento, Pablo Iglesias y los suyos no han definido con claridad los modelos a seguir. Y eso también confunde a los asistentes a sus ‘mitines’ presenciales de los últimos tiempos. A veces cierran el puño y lo levantan, aunque prefieren exhibir una mano abierta, probablemente, para alejar el fantasma del izquierdismo radical del que se les acusa.

A ratos, da la impresión de que no saben aún con exactitud qué es lo que quieren que se asocie con ellos. Sin embargo, sí saben lo que no quieren. Y no quieren, por ejemplo, banderas constitucionales. Será porque tienen relación con la transición, con el pacto político de 1978. Aunque también lo tienen las banderas de las distintas autonomías y sí son claramente visibles en las concentraciones. Con la curiosa excepción de las enseñas de Cataluña y Euskadi. De hecho, la única bandera cuya presencia es claramente perceptible es la republicana.

Lo peor para sus rivales es que parecen ser conscientes de esas deficiencias y aprenden rápido. En sus últimos discursos, sin ir más lejos, ya no plantean ese repudio completo a los logros obtenidos por la transición que les caracterizaba al principio. No. Ahora se manifiestan orgullosos de sus militantes y simpatizantes más veteranos, de ese ejército de activistas entusiastas que hace tiempo que peina canas. Porque a ellos, a no a un supuesto pacto de élites, se les debe la llegada a España de la democracia. Por eso, pueden decir también que no son ‘antisistema’. Sí lo son, en cambio, aquellos miembros de la ‘casta’ que han roto los acuerdos no escritos que hicieron posible la transición, desmantelado lo ‘público’ para hacer caja en su propio beneficio.

Y con eso es suficiente para ganar. Como acaba de demostrar en Grecia Syriza. Con la promesa implícita de que se va a hacer todo lo posible para frenar la sangría. Con el compromiso de que se velará por defender los intereses de quienes les han votado, aunque haya que enfrentarse a fuerzas poderosas que, simplemente, parecen empeñadas en convertir el mundo en un lugar más insolidario e inseguro donde no haya espacio para que todos sus habitantes vivan bien.

Se equivocan quienes creen que, en estos tiempos en los que desgraciadamente los ciudadanos se han acostumbrado a que nadie respete sus programas electorales, Podemos tenga que concretar al milímetro sus propuestas para ganarse la confianza de sus votantes potenciales. Para nada. Hemos llegado a un punto en que el cambio de caras, de estilos y de retórica es el único camino posible para conquistar las urnas. E Iglesias y los suyos llevan ya un año recorriéndolo. Por eso van por delante de los demás.

Más información