El perfecto incrédulo

Charlie Hebdo

El perfecto incrédulo

Diego Carcedo, periodista

El gran modelo contemporáneo es el ‘político’ Willy Toledo, quien tiene la cualidad de levantar polémica por donde pisa. La perfección del buen creyente es creerse lo que no ha visto, como el misterio de la Santísima Trinidad. Esto lo hemos aprendido de pequeños cuando la asignatura de Religión era obligatoria en escuelas, institutos e incluso en la Universidad. Pero junto a esta perfección existe otra no menos difícil de asumir: la de negar lo que se ha visto. El gran modelo contemporáneo es el ‘político’ Willy Toledo, quien tiene la cualidad de levantar polémica por donde pisa.

Muchos españoles, casi todos, lo mismo que centenares de millones de extranjeros tuvimos oportunidad estos días pasados de horrorizarnos viendo la imagen de un terrorismo yihadista, que huía después del atentado contra la redacción de “Charlie Hebdo”, disparándole a bocajarro a un policía, de origen magrebí, y musulmán de religión para más seña, con un sadismo estremecedor.

Pero el tal Willy fue una excepción. Las vio pero las imágenes no le convencieron, es decir, no las creyó. Aquello en su forma de contemplar la escena no fue verdad, fue un montaje, como si un montaje de semejante naturaleza, y ante tantos testigos, fuese posible. El hombre tiene el privilegio de la iluminación negativa. No cree lo que ve, que en casos así es la actitud del sectarismo perfecto.

Allá él, cabe añadir. Si es feliz negando la evidencia que le proporcionan sus ojos, que la disfrute con salud. Si no, si en algún momento se percata de su limitación para apreciar la verdad, yo le recomendaría que se lo haga mirar. Pero, bien mirado, ¿quién soy yo para hacerle recomendaciones a una persona con la facultad superior de no creer lo que ve? Es mayor de edad, que crea lo que le dé la gana.

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