Tarjetas chivatas

Tarjetas B

Tarjetas chivatas

Las tarjetas son unas chivatas que nos guían por el pasado de sus portadores y nada me sorprendería que además acaben convirtiéndose en fuente de conflictos conyugales. La lista de los “ochenta y seis” implicados en el escándalo de las tarjetas negras de Bankia aporta muchos, muchísimos detalles, para comentar. El primero que salta a la vista es su condición claramente machista: apenas hay mujeres entre las beneficiarias de semejante bicoca envenenada. Apenas recuerdo el de la líder “popular” prematuramente fallecida Mercedes de la Merced. Hay alguna más, pero pocas comparado con el abrumador porcentaje de consumidores ibéricos compulsivos de todo lo imaginable a cuenta del contribuyente.

Nada se les escapaba a la voracidad de los portadores de las tarjetas, desde billetes de metro hasta comida para sus perros pasando por vino, francachelas de todo tipo, ropa, joyas, perfumes… salas de fiestas y saunas ¿con masaje incluido? No consta ni hay que pensar de manera retorcida, pero visto lo que se ve, todo entra dentro de lo posible. Las tarjetas lo que sin son es unas chivatas que nos guían por el pasado de sus portadores y nada me sorprendería que además acaben convirtiéndose en fuente de conflictos.

Imagino en más de un hogar beneficiado por el despilfarro, al cónyuge, mayormente la cónyuge, preguntando inquisitorialmente, ¿y qué estabas haciendo tú el día tal y tal en un puti club de tal…? Igual no era un puticlub, igual era una discoteca de moda, pero la vaguedad de algunos cargos dejan motivo para las sospechas. Con quien, por ejemplo. Y ya sabemos, mayormente por experiencia propia, lo desconfiados/as de los cónyuges en situaciones embarazosas. Y, ¿este perfume?, a mí nunca me regalaste esta marca.

Algunos implicados han sido destituidos fulminantemente de sus cargos, otros se han anticipado a presentar su dimisión, todos ellos tienen la puerta abierta para salir por pies de sus partidos políticos, a los que deben la buena disponibilidad financiera pasada, así que ahora, mientras esperan qué dice el juez, sólo falta que alguno acabe encontrándose una noche de estas con la maleta en el descansillo de su piso y una cerradura recién cambiada que no abre ni a la de tres.

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