Hombres con cojones

Gran Bretaña

Hombres con cojones

A Miriam Clegg, esposa, vallisoletana de nacimiento, del viceprimer ministro británico, Nick Clegg, se le escapó una palabra expresiva que al puritanismo de guardia le sonó mal. Un par de años atrás compartí como telonero acto, escenario y palestra con Miriam Clegg, esposa, vallisoletana de nacimiento, del viceprimer ministro británico, Nick Clegg. Era la estrella invitada del final de un seminario sobre Europa que se celebraba en Gijón y su presencia había llenado el salón y los pasillos. Es una mujer de una gran simpatía, que en ningún momento empaña la seriedad y el rigor con que se expresa, y enseguida se hizo con el público.

Llegaba precedida de elogios variados a su inteligencia y formación jurídica que la ha convertido en una abogada prestigiosa en el Reino Unido. Personalmente tengo que añadir ya había tenido oportunidad de escuchar impresiones de esta naturaleza a colegas en el mismo Londres y que sentía curiosidad por conocerla. No me defraudó ni en la distancia corta ni mucho menos escuchando la brillantez y convicción que reflejó en su exposición.

Todos esperábamos que despachase el compromiso con unas palabras amables de puro trámite pero nos sorprendió con una conferencia improvisada pero magníficamente estructurada sobre la Europa y el europeísmo que su marido defiende en un país donde la población más politizada milita en el euroexcepticismo cuando no en la eurofobia. Miriam Clegg demostró tener las ideas claras y ser valiente.

Una valentía que volvió a exhibir uno de estos días pasados en la misma Gran Bretaña cuando en medio de un debate en el que anidaban las ideas machistas que mantienen muchos de sus semicompatriotas de adopción, interrumpió para defender a los hombres que no dudan al regresar al hogar por la tarde en quitarse la corbata, ponerse el mandil y echar una mano, sino las dos, en los trabajos domésticos que ya no son, ni mucho menos, obligación exclusiva de las mujeres.

Cuando se refirió al cuidado de los niños, a la tierna tarea de cambiarles los pañales pringados de caca, en su vehemente defensa en inglés de la necesidad de que sean compartidos por la pareja se le escapó una palabra expresiva que al puritanismo de guardia le sonó mal, ¡qué casualidad!, pero al grueso de la gente aquí en España le hizo gracia y sin duda le estará granjeando nuevos motivos para valorar su personalidad y espontaneidad. “… the ones with most cojones”, dijo textualmente.

Muchos de sus oyentes en aquel momento seguramente no supieron que significaba esa palabra. Más o menos literal dijo que los hombres que hacen eso, compartir esas obligaciones, tienen muchos cojones, o sea – sin expresarlo así – que son muy machos. Aunque un servidor nunca lo hizo, porque no disfrutó la alegría de tener niños alrededor, creo que Miriam Clegg tiene razón. Si los británicos no lo entendieron o no quisieron entenderlo, que miren el diccionario.

Y los españoles, que aún no lo tienen metabolizado, que tomen nota

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