Alan Turing: El genio maltratado del siglo XX

Alan Turing

Alan Turing: El genio maltratado del siglo XX

Alan Turing

Con la reciente legalización del matrimonio homosexual en Reino Unido, no pude, aparte de alegrarme, dedicar unos segundos para recordar a Alan Turing. Con la reciente legalización del matrimonio homosexual en Reino Unido, no pude, aparte de alegrarme, dedicar unos segundos para recordar a Alan Turing.

Mi formación en informática hace imposible no conocer su nombre, ya que es uno de los padres de la computación, pero todavía no tiene el reconocimiento general que se merece. ¿El motivo? Ser homosexual, motivo por el cual hasta hace muy poco ni siquiera su propio país, Reino Unido, reconoció sus méritos.

Alan Turing nació en 1912 en Londres, en el seno de una familia acomodada. Ya desde pequeño demostró su gran inteligencia memorizando con gran facilidad palabras a los tres años, o construyéndose el mismo un laboratorio a los ocho.

Con 14 años ingresó en el internado de Sherborne, en Dorset. El primer día de clase coincidió con una huelga de transportes, pero eran tales las ganas de Turing de asistir al colegio que recorrió 60 millas en bicicleta. Tal hazaña se recogió en la prensa local.

Pese a que el Sherborne daba mucha importancia en las materias clásicas en detrimento de la ciencia, Turing siguió destacando en las materias que le gustaban. Llegó a realizar cálculos muy avanzados para su edad sin conocimiento alguno en cálculo elemental, y con 16 años leyó los trabajos de Einstein y no sólo los comprendió, sino que supo inferir la relación de con la física newtoniana por sí mismo.

Fue en Sherborne donde Turing conoció a su primer amor, un chico algo mayor que él llamado Christopher Morcom. Fue él quien aumentó el optimismo y afán de superación de Turing. Desgraciadamente, pocos meses después de que Turing acabara su último año en el Sherborne, Morcon falleció repentinamente por tuberculosis bovina. Turing cayó en una fuerte depresión y se hizo ateo. Para Turing el funcionamiento de todo, incluyendo el del cerebro humano, debía de ser materialista, es decir, se podía explicar su funcionamiento de forma matemática.

Después de una infancia repleta de muestras claras de una asombrosa inteligencia, Alan Turing ingresó en la King’s Collegue de Cambridge con un “distinguished degree”, la mayor calificación posible. Consiguió años después una beca y un premio Smith por su trabajo en la teoría de la probabilidad.

Turing era además un científico muy poco convencional para los estándares de la época. Realizaba actividades deportivas como el remo o las carreras a distancia y disfrutaba de una vida social muy activa.

Manifestación en defensa de la cultura

Durante sus estudios universitarios siempre se había interesado por las teorías de Russell, Gödel y Whitehead sobre la lógica de proposiciones, lo que le llevó a responder al conocido como Problema de la decisión o Entscheidungs Problem y que hasta ese momento no tenía respuesta. La pregunta en cuestión era la siguiente ¿Podría existir, al menos en principio, un método definido o proceso a través del cual pudiera decidirse si una afirmación matemática es demostrable?

Para su resolución Turing ideó una máquina teórica, la máquina de Turing, que se ajustaba perfectamente a esta definición. Es más, demostró que dicha máquina era capaz de implementar cualquier problema matemático que pudiera representarse por medio de un Algoritmo.

Con esta máquina, a su vez, llegó a probar que no había ninguna solución para el Entscheidungs Problem, demostrando primero el problema de parada para las máquinas de Turing, es decir, que no es posible decidir algorítmicamente si una máquina de Turing dada llegará a pararse.

Aunque puede parecer en principio una frikada, la teórica de la máquina de Turing es en la que se basa prácticamente toda la Ciencia de la Computación. La máquina de Turing no es más que un ordenador expresado de la forma más simple posible.

Después de esta gran aportación Turing trabajó varios años en la Universidad de Princeton, USA, donde se encontraba uno de los mayores centros de lógica formal del mundo. La dirección de esta área corría a cargo de Alonzo Church, quien llegó a las mismas conclusiones que Turing mucho antes, no obstante, la publicación de Turing ha sido la más extendida, por su visión más intuitiva y fácil de comprender.

Gracias tanto a Turing como a Church surgió la Tésis Church-Turing, uno de los grandes pilares de los lenguajes formales: Todo algoritmo es equivalente a la máquina de Turing.

El artículo de Turing atrajo también a otro de los padres de la informática, John von Neumann, quien le ofreció una beca en Estudios Avanzados. Cuando Turing consiguió su doctorado, von Neumann le ofreció una plaza como asistente, pero Turing, quien no conseguía adaptarse del todo a la vida en Estados Unidos, decidió volver a Inglaterra.

Allí estuvo dos años becado estudiando sobre la filosofía de las matemáticas, hasta que estalló la Segunda Guerra Mundial y fue reclutado por el Ejército Británico para trabajar en el descifrado de los códigos enviados por la máquina Enigma del ejército Nazi.

Para esta tarea Turing se encargó de construir una máquina capaz de descifrar estos códigos llamada Colossus, la cual sería la primera computadora electrónica jamás creada. Por esta aportación Alan Turing recibió la Orden del Imperio Británico. Es de sobra aceptado que gracias a la labor de Turing se consiguió en gran parte la victoria ante los alemanes.

Una vez terminada la guerra, trabajó para el Laboratorio Nacional de Física para competir con el proyecto americano del EDVAC de von Neumann. Los americanos presentaron antes un diseño del primer ordenador automatizado, pero Turing presentó uno mucho más detallado que el de su homólogo yankee. Turing también habló por primera vez de conceptos tan avanzados para aquella época como las redes de cómputo, las subrutinas o las librerías software.

Pese a que construir el ACE Automatic Computing Engine) era factible, el retraso que ocasionaba el secretismo tan instaurado tras la Guerra Mundial, hizo que se retrasara su construcción, lo cual desanimó mucho a Turing.

Durante esa época volvió de nuevo a retomar su interés por las carreras e incluso se estuvo entrenando para participar en los Juegos Olímpicos, aunque una lesión de cadera finalmente lo impidió.

Se tomó un año “sabático” en Cambridge, donde aprovechó para crear las bases de la Inteligencia Artificial, mientras el ACE era construido en su ausencia, aunque jamás llegó a terminarse del todo.

Durante este periodo se comenzó a hacer pública la homosexualidad de Alan Turing, lo cual estaba perseguido en Inglaterra como delito y estaba muy mal visto por la sociedad. El matemático sufrió a partir de entonces una etapa muy dura.

No obstante, Turing pudo participar en la creación de uno de los primeros ordenadores de la historia, el Mark I, implementado por la Universidad de Manchester. Alan Turing fue nombrado director delegado del laboratorio de computación y se encargó del software. El Mark I se adelantó a la creación del EDVAC americano, el que para muchos es, erróneamente, el primer ordenador de la historia.

Durante ese tiempo Turing aún tuvo tiempo para seguir ahondando en la Inteligencia Artificial y creó el famoso Test de Turing, que determina la capacidad de las máquinas de poder pensar. Turing defendía la posibilidad de crear una máquina capaz de tener una inteligencia que no se diferenciara en nada de la de un ser humano. Así que también inició el que es actualmente uno de los debates más interesantes de la computación. También realizó aportes en los campos de la cibernética y los interfaces de usuario. Por todas sus contribuciones científicas fue nombrado miembro de la Sociedad Real de Londres en 1951.

Alan Turing, como todo genio, tenía interés por infinidad de campos, por lo que en 1952 dio otro nuevo giro a su carrera y, debido a su interés desde pequeño por la Biología, comienza a trabajar en la morfogénesis, es decir, los patrones matemáticos que están detrás muchos procesos biológicos. El trabajo en concreto de Alan Turing era entender la existencia de los números de Fibonacci en las estructuras vegetales. Fue entonces, cuando su carrera se vio trágicamente truncada por culpa de la intolerancia.

El que era en aquel momento pareja de Alan Turing, ayudó a un ladrón a entrar en su casa. Durante la investigación policial, Turing tuvo que reconocer su homosexualidad, motivo por el que le imputaron los cargos de “indecencia grave y perversión sexual”.

Alan Turing, que no sólo era avanzado a su época en el campo científico, sino también en el moral, consideraba que no debía de disculparse ni arrepentirse por su homosexualidad. Fue por tanto declarado culpable y la justicia británica le dió dos opciones como castigo: ir a prisión, o someterse a la castración química por medio de un tratamiento supresor de libido.

Turing escogió finalmente la segunda opción y durante un año sufrió un tratamiento de estrógenos que le ocasionó aumento de peso, aparición de pechos, y finalmente disfunción eréctil.

Dos años después del juicio, en 1954, Alan Turing decidió poner fin a tanto tormento suicidándose por medio de una manzana envenenada (aunque muchos señalan a una posible conspiración y/o asesinato).

No fue hasta 2009 cuando el primer ministro de Reino Unido, en aquel momento Gordon Brown, pidió públicamente perdón por el trato atroz al que sometieron a uno de sus mayores genios contemporáneos, aunque este reconocimiento no vino de forma espontánea, sino a través de una petición pública que exigía dichas disculpas.

En 2012 se denegó el indulto al científico, argumentando que las leyes de la época tachaban la homosexualidad como un delito. Finalmente, en la nochebuena del 2013, la Reina Isabel II le concedió el indulto de todo tipo de culpa.

Aunque la ACM (Association for Computing Machinery) bautizó su premio más importante como el Premio Turing (tiene la consideración de Nobel de la Computación), nunca podremos reparar el daño ocasionado a Turing. Es más, por culpa de la intolerancia de la época de seguro se ha privado al mundo de los grandes avances que hubiera seguido realizando Turing de no haber tenido que acabar con su vida.

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