Aviones oficiales

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Aviones oficiales

La tradición de averías que va acumulando la flota de aeronaves puestas al servicio de la Administración no para de consolidarse. Subirse a un avión oficial en España está convirtiéndose en un gesto de valentía propio más bien de héroes civiles y viajeros intrépidos. La tradición de averías que va acumulando la flota de aeronaves puestas al servicio de la Administración no para de consolidarse. Todavía no se ha olvidado la peripecia que tuvo que vivir el Príncipe de Asturias el 26 de enero cuando no consiguió llegar a tiempo a la toma de posesión del presidente de Honduras y ya tenemos para chismorrear una nueva edición de tan preocupante racha.

El Falcon 45 del Aire en el que el viernes por la tarde regresaba de Irlanda el presidente Rajoy tuvo que dar la vuelta poco después de despegar al aeropuerto de Dublín cuando una luz roja avisó a los pilotos de que algo andaba mal por el motor adentro. Rajoy había asistido durante la mañana al congreso del Partido Popular Europeo que eligió a su candidato para las elecciones y, al margen de la cuestión que suscita el uso de un avión oficial para participar en un acto partidario, la peripecia aérea sufrida por la delegación plantea una pregunta clave.

¿Quién hace el mantenimiento de la flota aérea oficial? Porque, una avería la tiene cualquier avión en cualquier momento, pero, ¿no son muchas seguidas? ¿No son demasiadas casualidades para pensar sólo en fallos inevitables? Hombre, que se está jugando con la vida de personas, sea cual sea su rango, y aunque esto sea un detalle menor, las averías de los aviones en misiones oficiales se convierten en más gastos – a Rajoy tuvo que acudir otro Falcon a rescatarle – y en penosos estigmas para la marca España.

Mal, pensarán por ahí, se puede confiar en la industria española y en sus sistemas de transporte si los aviones de sus autoridades se averían en cada aeropuerto – es un decir, claro – que tocan. Y, sí, ya de paso, ¿por qué Mariano Rajoy viajó a Dublín en un avión del Estado? Es lógico que lo haga cuando se trata de viajes oficiales, pero asistir a un congreso de un partido aunque sea el del Gobierno no parece que merezca esta consideración. Si la mereciese y haciendo honor a la igualdad, todos los líderes partidos podrían acogerse al mismo derecho.

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