Marta Plumilla le ‘pone bigotes’ a la canción de autor en la Sala Galileo

El Interludio

Marta Plumilla le ‘pone bigotes’ a la canción de autor en la Sala Galileo

Marta Plumilla, cantante y compositora acompañada por miembros de 'La Casa'

La cantante y compositora presentará su primer disco, acompañada por los componentes de ‘La Casa’, el colectivo de creadores del que forma parte. «La entrevista se hará en la bañera», dice Ma Fée, el hada silenciosa de ‘La Casa’ que ejerce, muy a su pesar me temo, de intermediaria entre la artista, Marta Plumilla, y yo mismo, el periodista que se propone escribir una pieza sobre ella, para promocionar su concierto del próximo lunes.

«Es que allí empezó todo», aclara, nuestra interlocutora, de repente temerosa, de que ese redactor que tiene enfrente, (¿amigo o enemigo?), no haya entendido con precisión el asunto del que le habla.

Pero sí. Es fácil comprenderlo. Sobre todo si uno se ha dado previamente una vuelta por YouTube y ha visto los momentos inolvidables grabados en aquel lugar, en ese sitio, en el que «empezó todo». En esa bañera en la que han estado en los últimos meses casi todos aquellos que pintan algo en el incipiente movimiento de la nueva canción de autor.

Y también uno, o dos, veteranos despistados, incapaces de resistirse a la amable propuesta de las dos anfitrionas rubias, Marta y Ma Fée, que han convertido esa famosa bañera en un plató de televisión.

Por allí han pasado, por supuesto, todos los miembros de ‘La Casa’ el colectivo del que hablábamos al principio de este artículo, que ejercen, además, como grupo de acompañamiento de Plumilla en directo, y que son también los responsables de la música del disco de esta artista, cuya ‘premiere’ tendrá lugar en la sala Galileo Galilei, el 10 de febrero.

Y, aunque estamos aquí para hablar de su disco, titulado «Sonata de miedo para piano interpretada en guitarra por una guitarrista pésima e interrumpida constantemente por mi voz interior», a Marta Plumilla no le importa explicar, con todo lujo de detalles quiénes viven en ‘La Casa’ y qué es lo que hacen allí.

«Yo llegué a Libertad 8 y conocí a Andrés, a Manu, a Juan…Cada uno tiene su proyecto. Manu y Juan empezaron a tocar juntos y desarrollaron lo que ahora es Clavijo y Fernández, Fernández. Andrés tiene su proyecto también. Y yo tengo el mío, en el que, de alguna forma coincidimos todos», explica.

Rumbo

Y luego aclara que antes de que ese revolucionario colectivo, que viene a cambiar para siempre el rumbo de la canción de autor del siglo XXI, estuviera constituido formalmente ya tenían una buena relación artística y personal, que habían encontrado afinidades que facilitaron llevar a cabo la idea de aunar fuerzas para buscar objetivos comunes sin perder la individualidad ni la personalidad propia.

Aunque, a veces, como ahora le ocurre a ella, sean unos quienes están en el centro del escenario y el resto realice otras tareas menos vistosas, pero también fundamentales en la parte de atrás.

En los últimos meses, además, los otros miembros de ‘La Casa’ ya presentaron sus discos. Primero Clavijo y Fernández Fernández y luego, Andrés Sudón. En ambos casos se trata de productos muy recomendables de los que, de hecho, ya se ha hablado aquí en términos tan elogiosos como merecidos.

Así que ahora toca oir a Marta. Saber lo que tiene que decir ella de su propio disco. Y aquí estamos, en su famoso cuarto de baño, con la grabadora conectada, dispuestos a escuchar lo que tiene que contarnos.

Plumilla nos contesta, además, parapetada tras ese bigote postizo que también se ha convertido en parte fundamental de sus ‘pinturas de guerra’. Un mostacho, demasiado corto para Salvador Dalí y demasiado largo para Charlot, que sitúa a nuestra protagonista en ese terreno proceloso en el que habitaron algunos de los padres de ese surrealismo que admira.

Aquellos franceses que lo inventaron todo, u otros que no lo eran y llegaron más tarde. Tipos como Sisa o Pau Riba que animaron la escena de la Cataluña postfranquista, o aquella ‘Romántica Banda Local’ que se sacaron de la manga Fernando Luna y Carlos Faraco en el Madrid previo al estallido de la famosa ‘movida’. O ‘neohippies’ combativos de ahora mismo como Devendra Banhart o CocoRosie.

Y allí, junto a Marta, sentada en la bañera, está la silenciosa Ma Fée, la Ma Fée que fuma como si formara parte de un ‘atrezzo’ que se completa con un flotador que parece sacado de la portada de un disco de ‘rock psicodélico’ de los setenta. Ma Fée no habla, pero escucha y asiente. O eso me parece a mí. Ella también participa en el disco con su voz inconfundible y, de repente creo descubrir que sin su presencia, este proyecto no estaría completo.

Este proyecto que empezó en esta bañera. Aunque a lo mejor no fue exactamente así. Quizá empezó en Libertad 8, el mítico local madrileño que ha engendrado ya a varias generaciones de cantautores de éxito.

Pero no en el Libertad 8 que ustedes conocen si han tenido el acierto de dejarse caer por allí. En otro Libertad 8. En uno que estaba situado en los sueños de Marta Plumilla, a la que, desde que empezó a cantar sus canciones en su Galicia natal, le habían dicho que tenía que ir allí.

Y, finalmente fue…Pero diez años después de haberse trasladado a Madrid. Tardó tanto, porque en aquel tiempo, sus pasos se habían encaminado hacia otro mundo. El del teatro. Y, aunque ahora, la canción haya vuelto a ser su tarea prioritaria, algo de lo aprendido en sus intensos años de trabajo en esos otros escenarios perdura en su manera de presentarse hoy ante el público, porque Marta no sólo canta sus canciones, también las interpreta.

«No lo he hecho adrede. No he dicho: voy a hacer esto”, asegura. Pero, admite que gracias al teatro ha encontrado formas y abierto caminos en las imágenes, en el uso de los conceptos visuales o en las estructuras basadas en el clásico esquema de presentación, nudo y desenlace, que considera fundamentales para su trabajo actual.

Rancheras

En fin, llegados a este punto. Quizá convenga aclarar que las canciones fueron el primer amor. Una sacudida eléctrica que se produjo en cuánto le enseñaron a tocar un par de acordes de guitarra. Suficientes para componer. Como una loca, según dice. Abducida, además por las rancheras y por José Alfredo Jiménez, el gran maestro del género, cuyos temas escuchaba a todas horas en voces que también adoraba y adora todavía como las de Chavela Vargas y María Dolores Pradera.

«Yo iba a los bares y les decía que me pusieran a María Dolores Pradera», rememora. «Y si me decían que no tenían el disco, les pedía que lo comprarán. O terminaba por llevarlo yo», continúa. También escuchaba a otros artistas como Javier Krahe, Joaquín Sabina o Leonard Cohen. Compositores y cantantes que no tiene ningún problema en citar como influencia. Como motor original de esa fiebre por la música que sintió entonces.

Y así fue cómo hizo muchas, muchísimas canciones en sus primeros años, trabajos que quedaron en un cuaderno olvidado durante su etapa de actriz. Y, según explica, fue al volver a encontrarse con esa gastada libreta cuando todo cambió. Cuando por fin se atrevió a cruzar la puerta de Libertad 8, donde se habían empezado a celebrar unos micros abiertos’, organizados por Andrés Sudón, que permitían subirse al escenario a cualquier aspirante a cantautor.

Ella lo hizo el primer día. Y, desde entonces, su presencia es una constante en esta recomendable cita madrileña de cada martes. Lo mismo que en los encuentros de creadores de cada domingo en ‘El Colmo’, un bar de la calle del ‘Olmo, en Lavapiés donde se celebran las sesiones de Música por la Voluntad’, la iniciativa del músico cubano Julio Hernández, que también ha cobijado a esa nueva hornada de cantantes y poetas que parece ya lista para asaltar el éxito.

Y, por fin, ha llegado el disco. Esa tarjeta de visita cuyas ventas ya no son negocio en estos tiempos que corren, pero que sigue siendo necesaria para presentarse en público. Un disco que, en palabras de Marta Plumilla, quiere reflejar en la medida de lo posible lo que ella y sus ‘compinches’ hacen habitualmente sobre el escenario.

Por eso, bajo la atenta supervisión de Antonio de Pinto, encargado de la producción, los chicos de ‘La Casa’, Andrés Sudón, Juan Fernández y Manu Clavijo, han tocado juntos y en directo. Luego Marta ha grabado las voces. Y otras cosas, las presentaciones y los enlaces que, según nos cuenta su creadora, convierten a estas doce canciones en una sola. O eso es lo que le gustaría pensar.

Creatividad

No sabemos si la elección de los temas ha sido fácil o no. Pero sí que estas canciones han sido compuestas en los últimos dos años. Un tiempo de nuevo fructífero en el que Marta ha compuesto un total de 74 temas, según nos explica. Una creatividad que tiene su origen en la búsqueda constante que realiza Plumilla, por descubrir «qué cosas me pasan, qué me ocurre, cómo son. Y eso cómo me afecta al mundo tal y como yo lo entiendo…Siempre, además, interrumpido por mi voz interior», afirma.

Faltan pocos días para esa puesta de largo en Galileo Galilei que ha servido para provocar este encuentro con Plumilla y la banda (Andrés, Manu, Juan…ya lo hemos dicho) ensaya cada vez que puede. Hay que cuadrar el espectáculo que, por otra parte, no volverá a repetirse nunca.

Porque Marta cuida hasta el último detalle y, a pesar de que sus afinidades creativas están, ya lo hemos dicho, muy lejos, del realismo o el naturalismo, ella, eso sí, quiere que el público entienda perfectamente de qué se habla. Y ese es uno de los motivos por los que completa el mensaje de las canciones con unas introducciones tan esclarecedoras como ¿podríamos decir deliciosas?

Son tan fundamentales que la propia artista admite que no entendería bien algunas de sus canciones sin esta carta de ruta previa que ofrece al público. Pero surgieron casi espontáneamente. De la necesidad de Marta de aprovechar el poco tiempo de que disponía en los ‘micros abiertos’ para contar lo que quería contar. «Yo quería que no fueran banales, ni producto de los nervios o la inseguridad. Tener algo muy claro que decir, que siempre estuviera relacionado con la canción», explica.
 
Canciones. Letras y músicas entrelazadas que se configuran como un todo y, a veces, son capaces de hacer más agradable la vida de quien las escucha. ¿Arte menor? No, arte con mayúsculas. Y también magia y sortilegio, según algunos. Pero, ¿qué tiene que tener una canción para gustarle a Marta Plumilla? ¿Para encandilar a esta magnífica compositora que ya está creando escuela?

«Sólo tiene que tener un ingrediente. Tiene que ser verdad. Yo cuando escucho una canción quiero que sea verdad y que sea original. Y una canción, para ser verdad tiene que tener un punto de vista único, el tuyo. Ya se han tratado todos los temas. Desde los griegos. Pero una buena canción es única porque surge de la necesidad de contar algo. Muy concreto y muy claro. Si tienes la necesidad de contar algo, no estás hablando en general, ni tratando con líneas que flotan en el aire», afirma.

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