Los cubanos ya pueden comprar coches, pero los precios multiplican por ocho los de Europa

Los cubanos ya pueden comprar coches, pero los precios multiplican por ocho los de Europa

Concesionario de coches

Un Peugeot 508 en un concesionario de La Habana se vende por 262.000 dólares (unos 193.000 euros al cambio actual), ocho veces más de lo que cuesta el mismo modelo en Europa. Los cubanos pueden comprar ya vehículos nuevos y usados sin el hasta ahora necesario permiso del Gobierno, algo que no sucedía desde la revolución de 1959. Con esta medida, que entró en vigor el pasado viernes, el régimen ha intentado poner en marcha una suerte de ‘plan renove’ de la flota automovilística del país, anclada en el imaginario colectivo de los coches de los años 50. Sin embargo, los precios de los utilitarios se han puesto por las nubes, y se han convertido en un sueño inalcanzable para la mayoría de la población cubana.

Por ejemplo, un Peugeot 508 en un concesionario de La Habana se vende por 262.000 dólares (unos 193.000 euros al cambio actual), ocho veces más de lo que cuesta el mismo modelo en Europa. Para adquirir un Toyota Yaris del año 2003, que cuesta unos 25.000 dólares, a un cubano medio no le alcanzarían cien años de salario. La gran mayoría de la población todavía recibe una remuneración fijada por el Estado en unos 20 dólares al mes.

El gobierno argumenta que las ganancias serán destinadas a un fondo especial para mejorar el transporte público, muy necesario para la Isla, que posee un sistema público con muchas deficiencias.

El Gobierno del presidente Raúl Castro eliminó el requisito de una «carta de autorización» para comprar coches de kilómetro 0, que durante décadas las autoridades entregaron selectivamente a profesionales, funcionarios o deportistas como reconocimiento por sus méritos.

Las restricciones para adquirir los coches nuevos hizo que los cubanos se las ingeniaran para mantener en circulación miles de imponentes Ford, Buick y Cadillac de la década de 1950 y los más modestos Ladas y Moskvitch soviéticos.

Y también hizo florecer un mercado ilegal donde algunos revendían las codiciadas cartas para comprar un coche nuevo. Castro ya había autorizado en 2011 la compra y venta de vehículos usados como parte de su gradual apertura de la economía estilo soviético de la isla.

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