La gran belleza

La butaca

La gran belleza

La gran belleza

Paolo Sorrentino La última película del irregular Paolo Sorrentino, ‘La gran belleza’, se estrenó la semana pasada en los cines españoles, unos días antes de recibir el galardón a la Mejor Película en los Premios de Cine Europeos. Tras sorprender con ‘Il divo’ y decepcionar con ‘Un lugar donde quedarse’, el director firma su mejor trabajo hasta la fecha.

El realizador hace un guiño al maestro del cine italiano Federico Fellini en este retrato de un escritor y periodista de éxito que recuerda al Marcello Rubini de ‘La dolce vita’. Jep Gambardella, que debe su notoriedad a una novela que escribió en su juventud, es el anfitrión de las fiestas de la élite social de la capital italiana. Artistas, intelectuales y aristócratas se reúnen en su terraza con vistas al Coliseo en unos encuentros desenfrenados y vulgares al ritmo del remix de Rafaella Carrá.

Al cumplir los 65 años, el seductor y vividor Gambardella experimenta una confusión existencial que le lleva a desilusionarse profundamente con la decadencia de la Roma ‘berlusconiana’ y de la fauna de personajes vacíos y frívolos que desfilan por los eventos sociales de la Ciudad Eterna.

Así, en este clima de ocaso y superficialidad, Sorrentino convierte a Roma en la otra protagonista de la cinta. El cineasta se recrea en la belleza de los rincones más hermosos de la capital italiana, con unos planos preciosistas que resaltan con detalle la arquitectura y escultura del arte romano.

A ello contribuye una espectacular y cuidada fotografía, con una puesta en escena llena de colorido y luminosidad, intensificada por una banda sonora evocadora que acompaña los cambios de tono de la cinta: en ella escuchamos desde la ya citada Carrá mezclada por Bob Sinclar o el ‘Mueve la colita’ hasta temas de coros religiosos.

Y es que la narración está estructurada de una forma episódica, compuesta por varias dimensiones (artística, espiritual, mundana…), que integran la majestuosidad y el exceso de la película. Un proyecto ambicioso que descoloca desde el primer momento.

Pero es el toque cómico del filme el que mejor funciona. Esta llena de momentos y personajes absurdos, que no hacen más que reforzar la sátira de la superficialidad del universo que rodea al protagonista. Los destellos de humor hacen más llevadera la complejidad de la película, que invita a la revisión para disfrutar de todos los detalles.

Para interpretar a Gambardella, en el que recae todo el peso de la película, Sorrentino ha recurrido a su actor fetiche, Toni Servillo, que ya protagonizó ‘Il divo’. Un ‘tándem’ que funciona, pues Servillo hace completamente suyo el personaje de un escritor seductor, elegante y culto que se replantea su vida.

Más información