Parados trabajando

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Parados trabajando

Diego Carcedo, periodista

Están dentro de un plan regional que pretende proporcionar a los Ayuntamientos – y de hecho lo consigue – manos de obra barata y de paso ayudar a los desempleados, algo más discutible Varios miles de parados – unos 3.600 para ser más precisos — están trabajando en muchos municipios de Madrid igual que si se tratase de empleados municipales, lo cual a primera vista está bien aunque al segundo vistazo yo no parezca tanto. Las ciudades y pueblos necesitan mantenimiento sobre todo de sus calles y jardines y es una alegría pensar que numerosos profesionales que no tienen ocupación la encuentren en servicios que nos afectan a todos. Pero es una alegría sólo pasajera para quienes a primera vista lo pensamos y sobre todo para quienes en la práctica lo protagonizan.

Se trata de trabajos variados, a veces de apariencia forzada por las circunstancias y desesperanzas, que apenas tienen como compensación el mantenimiento del subsidio de desempleo durante su tiempo de vigencia – ni un día más – junto con un modesto complemento en función de cada aportación que en la mayor parte de los casos no supera los doscientos euros al mes. Son los trabajos más precarios que cabe imaginar. Quienes los realizan no tienen contrato, ni perspectivas de obtenerlo, ni generan aportaciones a la Seguridad Social.

Tampoco puede decirse que son víctimas de una explotación al margen de la Ley. En absoluto. Están dentro de un plan regional que pretende proporcionar a los Ayuntamientos – y de hecho lo consigue – manos de obra barata y de paso ayudar a los parados, algo más discutible. Si bien es verdad que les proporciona ocupación temporal y un pequeño aumento de sus ingresos, la realidad es que es una iniciativa que está frenando la contratación firme de trabajadores con todos los requisitos.

Hay quien ha definido esta situación de tantas personas como una experiencia de terapia ocupacional, pero la realidad se parece más a los trabajos forzados a que se somete en algunos países a condenados a penas susceptibles de ser redimidas con trabajos públicos. La diferencia es que estos trabajadores con oficio pero escasísimo beneficio que están adecentado la geografía madrileña, no han hecho nada ni punible ni criticable, siempre que no sea punible o criticable el estar sufriendo los coletazos de la mala suerte.

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