Consideran que su incapacidad para mostrarse cercano con otros líderes ha generado la trama de espionaje. EEUU tiene un grave problema. Se ha descubierto que sus servicios de inteligencia se han dedicado a espiar durante años a aliados tan importantes como Angela Merkel o François Hollande, entre otros. Muchos se preguntan qué va a pasar ahora. Otros, los menos, se preguntan por qué Barack Obama ha permitido, o quizás fomentado, estas prácticas.
En Alemania, donde el escándalo ha sido mayúsculo, se dan algunas claves que podrían ayudar a resolver el enigma. El semanario Der Spiegel, por ejemplo, ha publicado un reportaje en donde se presenta a Obama como un líder frío y distante que ha enfadado, a lo largo de sus años al frente de la primera economía del mundo, a líderes tan dispares entre sí como Afganistán, Iraq, Francia o Israel con asuntos tan aparentemente sencillas como no asistir a una cena de protocolo por querer revisar el correo electrónico.
Lo que plantea la publicación germana es que quizás esa falta de proximidad en el tú a tú que, por ejemplo, sí tenía George W. Bush, habría podido intentar ser paliada por la inteligencia norteamericana pinchando una serie de teléfonos. Como, por ejemplo, el de la canciller alemana.
Ahora Berlín ha exigido explicaciones a Washington. Sin embargo, y lejos de generar ningún enfrentamiento, la mujer más poderosa de Europa ha planteado una alianza trasatlántica entre las agencias alemana, francesa y estadounidense de cara al futuro.
“Está claro que de cara al futuro algo debe cambiar. Pondremos todos los esfuerzos para forjar para finales de año un entendimiento entre las agencias de inteligencia de Alemania, Francia y los EEUU para crear una estructura de cooperación”, ha dicho la canciller. Traducido a un lenguaje común: saldremos de ésta sólo si compartís vuestros secretos.
