La canciller alemana, Angela Merkel, e encuentra con la evidencia de que una economía como la de su país, tan dependiente de la exportación, va a sufrir por culpa de los problemas de sus clientes tradicionales para adquirir los productos made in Germany. Aún así, envía un mensaje de congelación de impuestos y, esta supuesta austeridad, tiene poco que ver con las ingentes cantidades de dinero público que el Gobierno teutón ha puesto sobre la mesa en distintos planes de estímulo, según creen los analistas.
Simplemente respondería a un periodo preelectoral en el que su partido, la CDU, y sus socios bávaros de la CSU, quieren aprovechar la ventaja obtenida en las europeas para conseguir formar una coalición con los liberales y separarse de sus actuales socios socialdemócratas, un partido muy incomodo porque es la oposición de hecho. Y un grupo, además, que no puede jugar a los recortes fiscales en la situación actual, ni entrar en la subasta que pretenden plantear los de Merkel. Por coherencia y por el acoso de los grupos de su izquierda.
