De cómo vive en Cuba una española bajo la Covid-19

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De cómo vive en Cuba una española bajo la Covid-19

Mucho antes de que el virus llegara a la isla ya esta joven mujer radicaba con carácter de residente temporal en la capital.

Cuba La Habana capitolio

Mucho antes de que el virus llegara a la isla desde Italia hacia la colonial Trinidad, ya esta joven mujer radicaba con carácter de residente temporal en la capital. Esto es, que ya estaba habituada y “cubanizada” para enfrentar como ciudadano de a pie, los avatares sorpresivos del día a día.

Su santo y seña deben permanecer en el anonimato por razones más que obvias. “Ya tu sabes”, confiesa en el mejor estilo del habla popular para que el interlocutor piense lo que le venga en ganas. El verbo clave, “resolver”, lo domina en sus tres tiempos y múltiples interpretaciones.

Le agrada la isla, la cercanía al mar y desde hace buen rato ya dispone del visto bueno del casero para que su novio insular, previa inscripción en el registro que exigen las autoridades, conviva con ella bajo el mismo techo y en la “lucha” lo mismo para solucionar problemas domésticos que aquellos propiamente sentimentales.

La escuela no ha sido otra que el edificio multifamiliar donde habita y en el que ha logrado llevarse bien con todos los vecinos y determinar con quiénes contar para la solución de un grave problema muy puntual: la alimentación, cómo hacerse de comida a las buenas y también a las malas en el mercado negro, ahora más que nunca severamente sancionado con decomisos, elevadas multas o prisión.

Esto del trapicheo no es cosa nueva para ella. Algo ha leído. Sus ancestros en la isla debieron practicarlo a razón del férreo monopolio comercial que implantaron desde la península y que dio lugar a una solapada actividad comercial con bucaneros y otros navegantes dedicados al contrabando.

Solo la diferencia del resto del vecindario el hecho de que no grita ni se expresa en alta voz, sello distintivo de quienes vivimos rodeados de agua por todos los costados. Para ello, el teléfono y con las claves correspondientes cuando sea menester: “Hoy traen las ´medicinas’. Os aviso, ¿vale?”.

Como una cubana más, es de las que asume el madrugar para ir a la cola o fila de artículos de primera necesidad. Lo hace igual para reservar par de turnos a vecinas o a la inversa cuando alguien indica a la fila que junto a ella viene una amiga.

Algo bien difícil, ajeno a las costumbres de su país, lo ha sabido alcanzar: esa compenetración, ese “cubaneo” entre vecinos que constantemente intercambian o solicitan algo de sal, aceite, una sartén, un calmante, un bombillo y hasta café. Lo que sea, que el problema es la ayuda o socorro mutuos en tiempos difíciles, contados tal vez por la abuela de la postguerra civil.

En medio de esta desgracia universal, vive preocupada, pero con buen ánimo y hasta feliz. Su PCR ha dado negativo. Casi a diario recibe la visita de los médicos, le toman la temperatura, la someten al mismo interrogatorio clínico y hasta mañana con idéntico guion.

Una más entre nosotros, aunque donde vaya la letra “de”, meta la zeta.

-¿Y de dónde eres, belleza?

-De Madrizzz.

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