Más de 220.000 estudiantes con discapacidad intelectual vuelven al ‘cole’ entre dudas sobre su futuro

Vuelta al cole

Más de 220.000 estudiantes con discapacidad intelectual vuelven al ‘cole’ entre dudas sobre su futuro

"Cada vez nos llegan más quejas de familias disconformes con el dictamen de escolaridad que han recibido, donde se les deriva a centros especiales".

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Un total de 220.208 niños y jóvenes con discapacidad intelectual o con trastornos generalizados del desarrollo estaban matriculados en algún tipo de estudio no universitario el curso pasado. Su vida futura dependerá de la escuela que retomarán en unos días.

De ellos, el 83% asistía a un centro de educación ordinaria y el resto, el 17%, a alguno de los 473 Centros Educativos Específicos de España. Para el curso que ahora arranca se esperan cifras similares, y junto a sus familias y profesores, estos niños y adolescentes se preguntan qué futuro queremos darles.

Amalia San Román, responsable de Educación Inclusiva de Plena inclusión España, confederación que agrupa a más de 900 entidades de personas con discapacidad intelectual o del desarrollo y a sus familias, lo tiene claro: «Para que en 30 años sigan con nosotros, hay que empezar por la escuela».

En su opinión, «la mejor opción es que los alumnos acudan a los centros del sistema ordinario, con sus hermanos y los niños de su barrio a ser posible», pero siempre «con la seguridad de que recibirán todos los apoyos y ajustes que precisan».

Así lo establece la Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, que España ha ratificado. Pero recuerda que la «inclusión no es soltar a los niños en la escuela y dejarles a su suerte». A su juicio, «la escuela ordinaria fracasa con muchos de estos alumnos por falta de medios».

Por eso, San Román considera «muy natural» que muchas familias, «vapuleadas por el sistema», encuentren la solución en los Centros de Educación específica, como los 232 dependientes de las asociaciones de Plena Inclusión en toda España. «Ofrecen muchas más horas de fisioterapia y de logopedia, tienen más psicólogos, terapeutas y profesores muy especializados, unas ratios muy bajas de alumnos por aula….».

La pregunta, según la experta, es «por qué no somos capaces de ofrecerle lo mismo a los alumnos de la escuela ordinaria». «¿No tienen el mismo derecho?»

CUESTIÓN DE PRINCIPIOS

Marta Sánchez forma parte de Asprona Plena Inclusión Albacete, entidad que gestiona tres Centros de Educación Especial en Villarobledo, la Roda y Almansa, donde ella ejerce de directora.

«Nosotros nos enfrentamos a una paradoja», explica, ya que «por un lado matriculamos a alumnos separándolos en función de su discapacidad y, por otro, estamos convencidos de que deberían estar en los centros inclusivos».

Por eso, «hace cuatro años decidimos dar un paso más y ofrecer nuestra ayuda a las escuelas ordinarias», apunta, para que «estas sepan atender a los alumnos con discapacidad intelectual y estos no tengan que ser derivados».

Así, los docentes y otros profesionales de los tres centros de Asprona visitan los colegios de su zona para formar al profesorado, evaluar situaciones problemáticas, ofrecer asesoramiento y realizar seguimiento.

«En general, nuestra ayuda suele durar un año, aunque luego permanecemos mucho tiempo en contacto para ver cómo evoluciona el alumno».

«Damos apoyo a los docentes, les informamos y también presentamos metodologías inclusivas y activas que a nosotros nos funcionan muy bien», destacó Sánchez.

Desde su Colegio de Almansa, se han difundido estrategias para que «los recreos sean inclusivos» y se ha formado a muchos docentes en la metodología de «aprendizaje servicio», donde los estudiantes trabajan varias áreas del currículum de forma integrada y, a partir de su estudio, detectan una necesidad que existe en la comunidad y desarrollan una solución.

El curso pasado se puso en marcha una campaña para aumentar las donaciones de sangre en la comarca, apuntó, y «los chicos de capacitación profesional de nuestro centro visitan los colegios de la zona para asesorar en el diseño, desarrollo y mantenimiento de huertos escolares. Sus productos luego son intercambiados por comestibles no perecederos para los comedores sociales».

TODOS GANAN

Sánchez destaca cómo sus metodologías de trabajo activo e inclusivo no solo ayudan a integrar a los alumnos con discapacidad, sino que también benefician a estudiantes con altas capacidades, con hiperactividad, inmigrantes… «Muchos profesores nos lo han asegurado después».

De la misma idea es Rafael Mérida, del colegio Pilar-Maristas de Zaragoza, que lleva dos años como tutor de un grupo de Primero de ESO acogido al Programa de Refuerzo Curricular, tarea que este curso piensa repetir.

«Suelo tener en torno a unos siete chicos y chicas, con discapacidad intelectual, otras discapacidades y distintas dificultades de aprendizaje en general», explicó. «En este programa no trabajamos por asignaturas, sino por áreas de conocimiento. Yo doy Matemáticas y Biología y mi compañera, Lengua, Inglés e Historia».

El resto del tiempo, los chicos están junto a sus demás compañeros, puntualiza. Mérida confiesa estar muy contento con la experiencia y asegura haber aprendido mucho en estos dos años. «Me he formado con Plena Inclusión en la elaboración de currículos multinivel, esto es, para adaptar el temario a las características y preferencias de los estudiantes», ya que «un mismo contenido tiene muchas maneras de enfocarse y de ser trabajado.

Según este profesor, «todos estos aprendizajes mejoran además tu práctica docente en general», algo que afirma haber comprobado con los grupos de Cuarto de ESO y Bachillerato a los que enseña Economía.

Los siete alumnos que tuvo el curso pasado han promocionado a Segundo, pero él se queda en primero para «innovar y dar un pasito más». «Queremos que los chicos no pasen tantas horas separados del resto de sus compañeros» y, por ello, «este curso arranca una experiencia piloto en la que varios profesores compartiremos aula. De este modo, yo podré reforzar a mis alumnos en las materias que precisen sin que tengan que salir de clase, mientras otro compañero explica la programación general».

«Sabemos que será difícil y que implicará cambios en la manera de trabajar, pero confiamos en que funcione». Además, prosiguió, «personalmente estoy seguro de que nuestros métodos pueden ayudar a otros estudiantes que están fuera del programa».

«Si estoy en el aula con todos, a lo mejor un alumno externo se aprovecha de mi método de trabajo sobre los números enteros y a otra le vienen bien los apoyos visuales que utilizamos para chicos con problemas de memoria o lenguaje. ¿Quién sabe?», enfatizo

MÁS RECURSOS

En lo que los tres expertos coinciden es en que la educación inclusiva es «posible y adecuada», pero necesita recursos. Rafael Mérida pide «más tiempo para preparar materiales y adaptar currículos». Marta Sánchez reclama «profesionales y docentes especializados». Y Amalia San Román exige que ratios de alumnos por aula «menores».

En su opinión, «gran parte de los buenos resultados de alumnos con discapacidad intelectual en la inclusiva se deben al compromiso» de sus profesores y equipos docentes, que «dedican muchísimo tiempo para formarse por su cuenta, buscar actividades adaptadas y preparar contenidos».

Precisamos muchos más medios», y esto pasa también por que los centros de educación específica sigan abiertos y ofrezcan sus recursos y conocimiento acumulado a la red ordinaria», afirmó San Román. «Si a medida que deciden no matricular nuevos alumnos de Infantil pierden fondos por el concierto de plazas, les condenamos al suicidio económico».

Por ello, San Román exigió «un compromiso a la administración pública», pues el sistema educativo «no puede prescindir de estos centros». «Algunos habrán de evolucionar hacia centros de recursos para formar y asesorar», apunta, en otros casos -como por ejemplo en comarcas muy rurales- los profesionales de educación específica quizás puedan integrarse en los centros ordinarios para desarrollar allí su función.

Marta Sánchez es muy consciente del miedo que algunas noticias causan en las familias. «Ni el Gobierno ni nadie quiere cerrar estos centros y dejar a los alumnos en la calle. La idea, a largo plazo, es que cada vez menos niños nuevos se matriculen en centros específicos, pero siempre porque de verdad se les ofrezca una formación de calidad en la red ordinaria».

«A nuestros colegios llegan muchas familias maltratadas desde el sistema ordinario», reconoce, y «entendemos que al oír hablar de cierre se echen las manos a la cabeza. Nada más lejos de la realidad».

PARÓN EN LA INCLUSIÓN

Los años 80 y 90 del pasado siglo conocieron «un auténtico boom» en la inclusión, «entonces llamada integración», de la discapacidad. Las escuelas empezaron a abrirse a niños ciegos, sordos, con discapacidad física y con otras necesidades educativas especiales. Sin embargo, desde los primeros años del siglo XXI la tendencia empezó a estancarse y, en los últimos cuatro, «hemos visto un cierto retroceso», afirmó San Román.

«Cada vez nos llegan más quejas de familias disconformes con el dictamen de escolaridad que han recibido, donde se les deriva a centros especiales». A su juicio, la discapacidad intelectual sigue siendo «la asignatura pendiente», motivo por el que desde la Confederación se acudió a juristas de prestigio para que sus técnicos y los de las federaciones provinciales se formasen y pudiesen ayudar a las familias disconformes.

«Hemos creado un protocolo de actuación y estamos más preparados para ayudar a las familias a litigar y a luchar por sus hijos», que «tienen derecho a recibir los mismos apoyos que se ofrecen en un centro específico en el colegio de su barrio», dijo San Román. «Enviar a los niños a centros específicos conlleva sacarlos de su barrio, de su pueblo y, en algunos casos, de su domicilio familiar. Es aislarlos de su comunidad, privarlos de una red de amigos con los que jugar cuando el fin de semana vayan al parque», aseveró San Román.

Y también supone que los demás niños «se pierden la oportunidad de conocer compañeros distintos y de aprender de ellos», agregó Rafael Mérida. ¿De verdad queremos eso?», se preguntó.

EMPEZAR DESDE EL PRINCIPIO

Informes internacionales demuestran que los alumnos con discapacidad intelectual que se han educado en la escuela ordinaria recibiendo los apoyos debidos tienen más posibilidades de encontrar trabajo y de llevar una vida independiente cuando sean adultos. «Esto nos permite deducir que sus resultados académicos son mejores», subrayó Amalia San Román, pero «también que han logrado desarrollar una serie de habilidades sociales e interpersonales que luego les facilitan la vida en la comunidad». «Si dentro de 20 años queremos tener una sociedad normalizada en la que vivamos todos, tenemos que empezar por el principio».

Los tres lamentaron que hoy en día, la sociedad aparta a las personas con discapacidad intelectual.»¿Ahora mismo, cuántas personas con discapacidad intelectual ves en tu gimnasio? ¿Y en tu Iglesia? ¿A cuántas conoces de tu bloque de vecinos?».

Para San Román, «les hemos creado un itinerario de vida a parte: del centro de educación específica al centro de día o al centro ocupacional, de ahí al centro de empleo especial y luego a la residencia o a la vivienda tutelada. No están con nosotros. «Si de verdad pretendemos que esto cambie, hay que empezar desde la escuela».

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