Reducir la deuda pública sin recortes ni subidas de impuestos, ¿es realmente posible?

Finanzas Públicas

Reducir la deuda pública sin recortes ni subidas de impuestos, ¿es realmente posible?

Los analistas de Lazar ven “un riesgo muy pequeño” de que los gobiernos se ven obligados a duras políticas de austeridad.

Bola del mundo hundiéndose

La respuesta a la crisis provocada por la pandemia ha llevado a los países europeos a dar una nueva vuelta de tuerca a su endeudamiento para sufragar los diferentes programas de estímulo. Con un punto de partida ya por sí preocupante, la deuda pública de España se espera que alcance una ratio del 120% del PIB, y el Banco Central Europeo (BCE) no estará al quite para siempre. Pero, ¿cómo puede reducirse esta cifra? Y sobre todo ¿será necesario un ajuste fiscal agresivo vía recortes del gasto o subidas de impuestos?

A estas preguntas intentar dar respuesta en un informe los analistas de Lazard Frères Gestion. El primer paso para reducir la deuda es, por supuesto, “volver a un déficit más moderado” que frene el aumento del endeudamiento. “Esto no debería ser difícil de conseguir porque las medidas de apoyo que se están llevando a cabo solo muy raramente son permanentes”, apuntan estos expertos. “Ya se trate de medidas de trabajo a corto plazo o del envío de cheques de ayuda a los hogares, esos costes desaparecerán una vez que la economía se recupere”.

Este escenario plantearía por sí mismo apenas una reducción mínima o una estabilización de las ratios. Para de verdad reducir la deuda hay tres opciones posibles, señalan los expertos de Lazard. En primer lugar, “el endurecimiento fiscal”. No obstante, “consideramos que este escenario es poco probable a muy corto plazo, ya que los gobiernos probablemente quieran asegurarse primero de que la recuperación económica sea sostenible. Es más probable que esto sea una cuestión a partir de finales de 2021”.

La segunda opción es “una mejora espontánea debido a un clima económico muy positivo”, si las medidas de estímulo desencadenan “un fuerte repunte de la economía, especialmente si el panorama de la salud evoluciona más favorablemente de lo esperado”. La tercera opción es una “dilución mediante un rápido aumento del PIB nominal, a su vez vinculado a una política fiscal y monetaria extremadamente acomodaticia”.

Concretando un poco más, “el regreso a los déficits razonables -digamos un déficit primario inferior al 2% del PIB- debería producirse de forma natural cuando la economía se recupere y las medidas de estímulo puntuales hayan quedado atrás”, señalan los analistas que ven solo un “riesgo muy pequeño de que los gobiernos se vean obligados a aplicar duras políticas de austeridad”.

Los escenarios principales que contempla Lazard son dos. En el primero, el crecimiento nominal sigue siendo “contenido” a pesar del actual aumento de la oferta monetaria. “El BCE no tiene por qué retirar su apoyo y los estados miembros no están bajo presión para acelerar sus medidas de reducción de la deuda”.

En el segundo, el crecimiento nominal se estabiliza con el tiempo a una tasa de más del 6% anual durante un período prolongado (2-3 años quizás). “El BCE será entonces empujado a adoptar una política menos acomodaticia y a reducir sus compras de deuda pública”. Aunque “el aumento de los tipos de interés será inevitable”, tendrá un impacto “gradual” en el volumen de la deuda, “solo afectará a las nuevas emisiones (alrededor del 12% del volumen anual), y probablemente se producirá más lentamente que la aceleración del crecimiento nominal”. “La relación entre la deuda y el PIB disminuirá automáticamente”.

En ambos escenarios, “los gobiernos no parecen estar bajo presión para endurecer abruptamente la política fiscal. El verdadero riesgo para los agentes económicos privados no es tanto el riesgo de un ajuste fiscal como el riesgo de ver sus inversiones erosionadas por la inflación. El sector privado es, en efecto, estructuralmente un acreedor y por lo tanto el gran perdedor si la inflación se acelera. Por eso los bancos centrales son independientes de los gobiernos, ya que estos últimos, estructuralmente endeudados, no son los más creíbles para mantener la inflación bajo control”, concluye Lazard.

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