“Tenemos que aplanar también la curva de las consecuencias económicas de la pandemia”

Beatriz González López-Valcárcel, asesora del ministerio de Ciencia e Innovación para la COVID-19

“Tenemos que aplanar también la curva de las consecuencias económicas de la pandemia”

Para esta economista, el “principal reto” al que nos enfrentamos es mantener el equilibrio entre economía y salud. Perderlo supondrá o bien caer en un abismo económico, o bien colapsar las UCI. Avanzar por el filo de ese cuchillo requerirá un “ajuste muy fino” de medidas que eviten desde la masificación en el metro hasta el avance de la desigualdad.

Beatriz González López-Valcárcel

Beatriz González López-Valcárcel es catedrática de Métodos Cuantitativos en Economía y Gestión de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC). Es una de las asesoras del Gobierno de Canarias desde el inicio de la pandemia y también forma parte del Grupo de Trabajo Multidisciplinar del Ministerio de Ciencia e Innovación, creado más recientemente. “Hay que aplanar la curva de contagios en la epidemia, pero también la de sus consecuencias económicas”, dice.

“En la salida de esta crisis viral deben atenderse tanto las vidas amenazadas ahora por la epidemia, como las que lo serán a medio y largo plazo por desatender excesivamente los medios de vida”, escribía junto con otros autores en el blog de la Asociación Economía de la Salud.

El inicio del estado de alarma la pilló recién llegada a Boston, en EE UU, y volvió a Las Palmas sin ni siquiera pisar el centro donde debía pasar mes y medio investigando. “Tenía el vuelo el 11 de marzo y ni me planteé no tomarlo; lo que estamos viviendo ahora era inimaginable”, dice.

Ahora sentimos dolor y preocupación, y es lógico mirar hacia arriba y poner el foco en los políticos

Autora de numerosas publicaciones de alto impacto, González López-Valcárcel ha llevado a cabo tareas de asesoría en México, Brasil, Costa Rica, Chile, Uruguay y Mozambique. Ha trabajado en diversas universidades, entre ellas el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), y ha presidido el área de Economía de la Salud Pública de la Asociación Europea de Salud Pública, entre otros cargos.

Hay ahora mucha gente enfadada que busca culpables. ¿Los hay?

Ahora sentimos dolor y preocupación, y es lógico mirar hacia arriba y poner el foco en los políticos, como un ente indiscriminado. Desde luego no me gustaría nada estar ahora en el lugar de quienes deben tomar decisiones. Ahora es momento de contribuir cada uno con nuestro granito de arena a salir de esta situación.

De acuerdo. Solo una última pregunta sobre lo ya ocurrido. La OMS alertó a principios de febrero de la posibilidad de que infectados asintomáticos pudieran contagiar, pero solo semanas después en España se empezó a buscar el virus en neumonías de origen desconocido (se detectó entonces un fallecido por coronavirus en Valencia el 13 de febrero). ¿Debería haberse asumido antes que el riesgo era mayor?

Probablemente sí. Pero no somos Corea del Sur ni Singapur, donde ya habían sufrido el ataque de un virus respiratorio nuevo. Nosotros teníamos la experiencia contraria, la de comprar grandes cantidades de Tamiflu contra la gripe A en 2009, que al final no hizo falta. Seguramente nos influyó un sesgo cognitivo bien estudiado, el sesgo de disponibilidad, que nos hace evaluar las situaciones según la última información disponible. Además los datos de China indicaban una letalidad mucho menor y eso nos hizo pensar lo de que era como una gripe. Yo misma lo dije.

Me parece importantísimo que no haya mezcla entre el trabajo de los expertos y el de los gobernantes. Nuestra misión debe ser trabajar con datos y con rigor, solo así podemos ser útiles y generar confianza

¿Cree que el Gobierno ha tenido lo bastante en cuenta el conocimiento de los expertos en sus decisiones, sobre todo al inicio de la crisis?

No tengo información suficiente para responder, me falta visión global. En Canarias somos cuatro científicos en el comité asesor y la experiencia está siendo enormemente positiva. Lo que sí me parece importantísimo es que no haya mezcla entre nuestro trabajo y el de los gobernantes. Nuestra misión debe ser trabajar con datos y con rigor, solo así podemos ser útiles y generar confianza.

A veces la línea entre el asesoramiento científico y las decisiones parece desdibujarse. ¿Fernando Simón debe ser visto como científico o como político?

En mi opinión, como científico. Su papel no es político. Solo que está ahí, en primera línea… Es lógico que las críticas se concentren en él.

Quizás a los ciudadanos nos cuesta aceptar que la ciencia no lo sabe todo, no toleramos la incertidumbre.

Sí, esto es cierto, y hay mucho que no sabemos sobre la pandemia y que no podemos saber porque aún no ha pasado tiempo suficiente. Pero yo prefiero resaltar lo contrario, lo mucho que hemos avanzado en el conocimiento de este virus en solo unas semanas. Nunca antes hemos aprendido tan rápido, nunca antes el talento de toda la humanidad se ha concentrado en un único problema. Al ritmo que vamos, los días parecen meses.

¿Cómo están trabajando en el Grupo de Trabajo Multidisciplinar de 16 expertos creado por el Ministerio de Ciencia?

Es muy satisfactorio formar parte de un grupo de personas con tanto prestigio en áreas tan diversas. Estamos trabajando mucho. Para empezar nos han planteado una serie de preguntas, como la influencia de la meteorología en el contagio. Yo a veces tengo la impresión de que puedo aportar menos que otros expertos más experimentales, como virólogos o genetistas, pero si algo está claro es que esto no es cuestión de egos, sino de trabajar en equipo.

Dice que cree poder aportar menos que los científicos experimentales, pero en una situación tan compleja las ciencias sociales son fundamentales, ¿no?

Sí, desde luego. De hecho, en el grupo somos tres economistas y hay también una psicóloga.

El principal reto ahora es buscar un equilibrio entre el número de contagios y la actividad económica

Sobre la pregunta de la meteorología que os ha hecho el ministerio a los expertos, ¿hay respuesta ya?

Hemos revisado la evidencia disponible hasta ahora, basada en el comportamiento estacional de otros virus similares cuando irrumpieron, en la física de la transmisión (comportamiento de las gotículas ante distintas condiciones de temperatura y humedad), y en los datos de velocidad de transmisión y letalidad de este virus desde que empezó a infectar en diciembre, buscando correlaciones con las condiciones atmosféricas en distintos lugares del mundo. No hay una respuesta cierta porque el virus es nuevo y no ha vivido ningún verano. La hipótesis de una ralentización estacional en verano es posible, aunque no segura.

Como economista, ¿realmente tenemos que poner en un lado de la balanza la pobreza, y en el otro la enfermedad?

Sí, para mí este es el principal reto. Hasta ahora nos hemos concentrado en evitar decenas de miles de muertos por falta de UCI. Pero para aplanar la curva epidemiológica hemos tomado medidas muy duras, que también han aplanado la curva de la actividad económica. Y el impacto será muy superior al de la crisis de 2008. Por eso desde que se pueda tendremos que ir reabriendo la economía para que circule sangre, dinero, por el tejido productivo. Si tardamos mucho habrá empresas que no podrán reabrir, y los ERTES se convertirán en ERES.

O sea, que tendremos que asumir un cierto número de contagios.

Mientras no se desarrolle una vacuna o un tratamiento eficaz tenemos que buscar un equilibrio entre los contagios, sin saturar las UCI, y la actividad económica. Ojalá que logremos hacerlo protegiendo a los más vulnerables, a los mayores y a quienes tengan patologías previas.

¿Cómo se logra eso?

Con un ajuste muy fino, con movimientos precisos. Es una situación delicadísima. Hay países como EE UU, con una economía muy liberal, donde tienen mucha prisa porque millones de personas viven al día sin seguro de desempleo, de salud, que se han quedado en la calle de un día para otro. Aquí tenemos el colchón del estado de bienestar, pero ahora el propio Estado está en peligro. O Europa interviene con un plan de ayudas muy ambicioso, o tendremos un problema muy grave de finanzas públicas.

Una prioridad en las ciudades será evitar la hora punta en el transporte colectivo, como el Metro, que ha resultado ser mortífero

Todo apunta a un aumento de la desigualdad.

La desigualdad es uno de los grandes problemas que ya teníamos y que ahora se acentúa, en España y en los países del entorno. Por ejemplo, el confinamiento trae cambios en el uso de la tecnología con impacto económico a largo plazo. Consumidores que eran reacios a comprar por internet ahora han aprendido a hacerlo, y eso hará que se resienta el pequeño comercio.

¿Qué dicen los modelos sobre cómo lograr ese ajuste fino entre economía y salud?

Es que no sabemos cómo se comportará el virus. Es una situación sin precedentes, nunca nos hemos enfrentado a una pandemia teniendo una economía globalizada. No sabemos qué efecto tendrá. ¿Cuándo habrá una vacuna? ¿Dentro año y medio? No lo sabemos. Sí sabemos que no podemos parar la economía año y medio.

¿Puede poner un ejemplo de medidas que se pueden tomar para abrir la economía controlando los contagios?

Una prioridad en las ciudades será evitar la hora punta en el transporte colectivo, que ha resultado ser mortífero. Un estudio reciente, interesantísimo, de un colega mío ha demostrado que en Nueva York el metro ha tenido un papel crucial en la transmisión de la epidemia. En Madrid seguramente pasó algo parecido en febrero, cuando íbamos todos apretaditos en los vagones. También habrá que aplanar el reloj, no nos podremos permitir esas horas punta.

Nos movemos en un escenario absolutamente nuevo en el que economía, comportamiento social y salud están interconectados

Evitarlo en ciudades como Madrid será difícil.

Tendremos que trabajar a turnos. También la entrada de los colegios: los de primero a una hora, los de segundo a otra… Nos movemos en un escenario absolutamente nuevo en el que economía, comportamiento social y salud están completamente interconectados.

Usted vive en Gran Canaria. La economía de las islas depende directamente del tráfico de millones de turistas. ¿Cómo se afrontará eso?

Es un reto enorme, monumental. Está claro que no podemos volver a tener el flujo de turistas que teníamos. Pero hay que pensar en reabrir, quizás haciendo test en el mismo aeropuerto. El problema es que no valdría con los test rápidos, porque los anticuerpos tardan unos siete días en aparecer una vez se contrae la enfermedad, y por tanto hay una ventana ciega en la que puedes dar negativo pero estás infectado e infectando. Harían falta PCR y hoy por hoy no tenemos forma de hacer PCR en menos de cuatro horas ni estamos preparados para montar laboratorios en aeropuertos, que requieren equipamiento y recursos humanos muy cualificados, pero pensando en el medio plazo no sería descabellado pensar en esa posibilidad.

La OMS sigue recomendando la estrategia de hacer test, aislar a los positivos y seguir sus contactos. ¿Es eso posible con cientos de miles de infectados? ¿Cómo puede hacerse?

¡Habrá que hacerlo! Hace unos días se anunción que en Nueva York contratarían a miles de personas para hacerlo. Nosotros tendremos que idear una estrategia reforzando la atención primaria.

Fuente: SINC

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